Fosfina o no fosfina: en ciencia nada está tallado en piedra

Por Ana Carolina Zelzman

Publicado el 13 Dic. 2021 08:47

Tiempo de lectura: 5 minutos.

A la sombra de otras novedades que ocuparon los titulares a lo largo de 2021, la astronomía mostró un claro ejemplo del funcionamiento de la ciencia cuando decenas de profesionales revisaron y en muchos casos cuestionaron el comentado hallazgo de fosfina en Venus anunciado en septiembre de 2020. En esta nota te contamos lo que pasó después de los titulares y lo que nos permite reflexionar sobre la construcción de conocimiento científico.


En septiembre de 2020 una noticia astronómica se extendió por el mundo como reguero de pólvora: un equipo encabezado por las investigadoras Jane Greaves y Sara Seager había descubierto señales de fosfina en Venus. El hallazgo, realizado analizando las longitudes de ondas de radio que provienen del planeta vecino, significaba un quiebre en lo que se sabe sobre Venus. Por las características de su atmósfera no se esperaba encontrar allí ese gas que en nuestro planeta se suele asociar a procesos biológicos pero también a algunos eventos geológicos. En su trabajo publicado en la revista Nature Astronomy, el equipo afirmaba haber descartado todos los posibles procesos geológicos y meteorológicos conocidos que pudieran dar lugar a la aparición de fosfina. Por lo tanto, si bien el artículo académico no hacía más que una insinuación sutil al respecto, el descubrimiento se tomó como un primer indicador de posibles señales de vida en el mundo vecino y las agencias espaciales de varios países volcaron su atención hacia él, luego de años de tener a Marte como destino predilecto.

Pero cuando el polvo noticioso se asentó, el resto de la comunidad científica no se quedó tranquila ante esta novedad. En un claro ejemplo de la ciencia en funcionamiento, decenas de otros equipos comenzaron a revisar los datos de Greaves y Seager y otros tantos se lanzaron a tomar los suyos propios o repasar registros antiguos para intentar comprobar la presencia de fosfina y de encontrarla, comprender algo sobre su origen.

Muchas respuestas para un paper mediático

Por un lado un grupo de investigadores revisó los datos de la publicación original y los comparó con un modelo de la emisión de radiación de los gases atmosféricos de Venus llegando a la conclusión de que en lugar de fosfina la señal observada correspondía a los sulfuros característicos de la atmósfera venusina y que la diferencia de interpretación correspondía a asumir que la señal provenía de una altura diferente a la medida por ellos.

Al mismo tiempo este equipo adujo que había un error de procesamiento en algunos de los datos originales. Esto forzó a que las autoras de la primera publicación emitieran una corrección a su trabajo concediendo que la señal detectada era considerablemente más débil que lo inicialmente afirmado pero sin ceder en su interpretación de que se trataba de fosfina. Las autoras y sus equipos continúan firmes en su convicción de que detectaron el gas en las nubes de Venus y que su presencia no puede ser explicada por ningún proceso conocido.

Otros grupos de investigación tomaron la posta de esta incógnita y teniendo en cuenta la corrección de los datos, se dedicaron a buscar explicaciones alternativas a la vida para justificar su presencia en las nubes venusinas. En un trabajo recientemente publicado se hipotetiza que el gas provendría de erupciones volcánicas explosivas pero esta idea tampoco está exenta de controversias ya que actualmente no hay certezas sobre la existencia de volcanes en Venus. Recordemos que la densa atmósfera del planeta hace casi imposible detectar rasgos de su superficie.

Por otro lado, la revisión de datos antiguos no arrojó resultados positivos. Es decir el trabajo de Greaves, Seager y equipo parecía no estar presentando reproducibilidad, uno de los pilares del estudio científico de base empírica. Sin embargo se podría defender a las investigadoras considerando el hecho de que el cuerpo de datos sobre la atmósfera venusina no fue tomado con una sola técnica ni en un solo momento sino a lo largo de décadas y con equipos con diverso grado de definición en sus mediciones.

Por eso algunos equipos de investigación se han volcado a tomar datos nuevos pero para conocer resultados a partir de ellos habrá que tener paciencia ya que durante este año el recorrido de Venus lo ha llevado a estar demasiado cerca del sol desde nuestra perspectiva como para seguir estudiándolo (al apuntar cualquier tipo de sensor hacia el planeta los registros quedan inundados por las emisiones de nuestra estrella, que son infinitamente más intensas).

Por lo tanto por el momento el debate continúa en las páginas de las revistas y los pasillos de las instituciones científicas mientras la comunidad científica espera con paciencia que Venus avance en su órbita y al mismo tiempo que las agencias espaciales continúen con sus proyectos para volver a colocar una sonda en el planeta.

Así se construye el conocimiento

Para entender por qué ocurren estos desacuerdos tenemos que tener presente que en general los estudios astronómicos no implican resultados dicotómicos ("presencia" o "no presencia"). No se trata de poner el ojo en el ocular de un telescopio y ver un color en la atmósfera de Venus. Las mediciones se realizan en general a través de astronomía infrarroja, ultravioleta, de ondas de radio, etc. que como resultado arroja tablas de datos o gráficos complejos que deben ser procesados. El método usado para ese procesamiento y el ojo y criterio del profesional pueden significar que con el mismo set de datos dos investigadores lleguen a conclusiones diferentes. Por eso la astronomía, como el resto de las ciencias, recurre a lo que el sociólogo Robert Merton denominó escepticismo organizado: todas las ideas son probadas y sometidas a un escrutinio comunitario riguroso y estructurado. Pasado ese filtro, el acuerdo en la interpretación es en algunos casos más fuerte y en otros como la fosfina de Venus, tambalea frente a hipótesis alternativas y a lo difícil que es tomar datos nuevos.

Vale señalar también que la comunidad científica está formada por personas como cualquier otra y que como tales son susceptibles también a sesgos. Muchos colegas de Seager y Greaves señalan que su equipo encontró la señal de fosfina porque la fueron a buscar. Es decir, no se supone mala praxis por parte de las investigadoras sino que a pesar de su amplia formación no quedan exentas del sesgo de confirmación (la tendencia a encontrar sustento empírico para nuestras convicciones y no para aquello que no nos hemos planteado). Esto las llevó a encontrar una tenue marca en un conjunto de datos sumamente complejo de procesar y que corresponde a un planeta del cual todavía se sabe demasiado poco. No es sorprendente por lo tanto que las autoras defiendan su afirmación en cuanto a la existencia del gas. Sin embargo, Greaves, Seager y sus equipos valoran los muchos intentos de poner a prueba su hallazgo, mostrándose como parte del ethos científico planteado por Merton, al dejar de lado sus intereses personales en pos de entender a este planeta todavía misterioso.

Un debate positivo

El anuncio de las señales de fosfina que se realizó en 2020 tiene entonces dos grandes puntos positivos. Por un lado motivó el resurgimiento de misiones hacia el planeta, alguna de las cuales puede terminar confirmando o refutando la existencia del gas en Venus y ¿por qué no? buscando evidencias de la presencia de vida. Por otro lado, demostró una vez más que a pesar de todas sus dificultades y tensiones internas la comunidad científica basa la construcción del conocimiento en el constante intercambio de información entre sus integrantes y la famosa revisión de pares. Puede que ese no sea el mejor sistema posible y que esté teñido de intereses pero es el mejor que hemos tenido hasta ahora.

Desde esparCiencia revivimos esta historia con la esperanza de que más personas conozcan esa virtud: la revisión crítica constante.

Imagen de encabezado: Basada en vista global en unltravioleta de Venus tomada por la sonda Akatsuki (Wikimedia Commons) 

 



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