Un planeta de especulaciones

Por Ana Carolina Zelzman

Publicado el 14 Set. 2020 12:00

Tiempo de lectura: 4 minutos.

El anuncio del hallazgo de fosfina en Venus produjo una tormenta en las redes pero ¿lo merece? En esta nota pasamos en limpio las conclusiones que podemos sacar del descubrimiento y de su impacto.


Tal vez más que ser una noticia que "cambiará la historia de la humanidad" como algunos la han descripto, la detección de fosfina en la atmósfera de Venus nos permite aprender un poco más sobre todos los factores que entran en juego a la hora de presentar en público un trabajo científico.

Sin internarnos en el oscuro mundo de las teorías conspirativas, los titulares "mainstream" fueron desde la espectacularidad de "Habría vida en Venus" a lo medido de "Hallan en Venus un gas que en la Tierra solo producen seres vivos". Los propios autores del paper se esforzaron por despejar las especulaciones: "No estamos argumentando que encontramos vida en Venus". Pero mientras tanto la Universidad en la que trabaja la primera autora del artículo presentó el tema de una manera muy entusiasta. Es difícil no cuestionarse qué está ocurriendo. La responsabilidad por los titulares no parece recaer solamente en los periodistas que "levantaron la noticia" sino que parte desde las instituciones de investigación.

Aquí nos encontramos entonces con otro aspecto que entra en juego a la hora de llevar adelante trabajos de investigación científica: la necesidad de fondos. Es conocida la precaución con la que los investigadores presentan sus resultados, pero por otro lado ser demasiado medidos puede llevarlos a perder valiosas oportunidades de financiación, por lo que científicos e instituciones tienen que manejar un delicado equilibrio en el cual es razonable que presenten con prioridad el costado más "interesante" o "pochoclero" de sus descubrimientos.

El globo se empieza a pinchar cuando nos enteramos de que ya se había descubierto fosfina en otros planetas del sistema solar y de que existen formas no bióticas de producirla.

Vale recordar que las condiciones de Venus, con presiones atmosféricas hasta 90 veces mayores a las de la Tierra, una temperatura superficial de aproximadamente 400°C y sobre todo una atmósfera sumamente ácida y corrosiva complican muchísimo su exploración, aún por sondas no tripuladas. Solamente un puñado de vehículos consiguieron llegar a su superficie y ninguno de ellos consiguió funcionar por más de 3 horas debido a lo extremo del ambiente. Por lo tanto el conocimiento sobre la estructura y dinámica del planeta y su atmósfera es considerablemente menor al que tenemos sobre otros cuerpos como Marte o la Luna (aunque los descubrimientos sobre la luna siguen ocurriendo).

Representación artística de una sonda soviética Venera posada en la superficie de Venus.

Por lo tanto los astrónomos no pueden acercarse a tomar muestras de gas y dependen de satélites y observatorios en la Tierra para entender la química de Venus. Utilizan evidencia indirecta de la presencia de distintas moléculas, por ejemplo a través de la forma en que diferentes sustancias alteran las ondas de radio producidas por la propia atmósfera del planeta.

La astronomía lidia además con otra dificultad que muchas disciplinas no sufren: es muy poco habitual poder realizar experimentos. Las grandes distancias y escalas temporales involucradas (y en este caso también la complicada física y química del ambiente que se desea estudiar) implican que se debe recurrir a tomar datos y compararlos con modelos y/o con condiciones similares en otros lugares.

En este trabajo, por lo tanto, los investigadores contaron con una señal de radio -que la evidencia previa indica que se da en presencia de fosfina-, pero carecen de información suficiente sobre Venus como para entender los posibles procesos de formación del gas. Por simple comparación con la fosfina presente en nuestro planeta, no descartan un origen biológico. Pero como dijo el célebre Carl Sagan "afirmaciones extraordinarias requieren de evidencia extraordinaria" y al día de hoy no contamos con eso.

Para cerrar podemos mencionar otra posible consecuencia de esta publicación. La atención de la astronáutica está actualmente puesta en volver colocar humanos en la Luna e idealmente llevarlos a Marte, pero tal vez no deberíamos descartar el estudio de nuestro otro vecino más cercano. Entender a Venus puede servirnos incluso de advertencia, ya que sus condiciones apocalípticas parecen producto de un efecto invernadero salido de control.

Y más allá de nuestros ideales de asentamientos humanos en otros cuerpos celestes, para los astrobiólogos Venus podría representar un ambiente donde hallar formas de vida "extremas" especializadas en vivir flotando en la densa atmósfera (incluso en la Tierra se han hallado bacterias atmosféricas).

Tal vez sea momento de volver a considerar a Venus como destino para las agencias espaciales..


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