¿Venus: el gemelo no tan malvado de la Tierra?

Por Alejandra Castro

Publicado el 14 Set. 2020 15:14

Tiempo de lectura: 6 minutos.

El anuncio del hallazgo de fosfina en Venus produjo una tormenta en las redes pero ¿lo merece? En esta nota pasamos en limpio las conclusiones que podemos sacar sobre este descubrimiento y  su impacto. 


Cuando nos preguntamos cuál planeta de nuestro sistema solar podría albergar a los humanos en el futuro, nuestra imaginación vuela en la mayoría de los casos hacia Marte. Luego, revisamos en nuestros archivos de la memoria lo que sabemos sobre este planeta buscando evidencias que confirmen nuestra teoría. Desde antes de que se enviara la primera misión a Marte, los humanos ya se preguntaban si existía algún tipo de vida en este planeta en la actualidad, si había existido en algún momento, qué forma tendrían sus habitantes y si los humanos serían capaces de sobrevivir en el ambiente marciano. Por otro lado, los seres del planeta rojo, como se lo suele llamar por sus colores rosados, han captado nuestro interés e imaginación y hasta han sido protagonistas de series de televisión como la adorable “Mi marciano favorito” y de numerosas películas como la famosa “Guerra de dos mundos.”   En marzo de este año, el robot Curiosity encontró en Marte compuestos orgánicos similares a los de la Tierra llamados tiofenos, que sugieren la existencia de vida primitiva en el planeta rojo. Sin embargo, los investigadores no descartan la posibilidad de que algún otro proceso no biológico diera lugar a la existencia de estos compuestos en Marte como, por ejemplo, el impacto de un meteorito. En los últimos días, Venus comenzó a captar nuestra atención como un planeta que podría albergar vida. Durante muchos años los astrónomos pensaron que esto era imposible. Si bien este planeta, el segundo desde el sol, lleva un nombre que hace referencia a la diosa del amor y la belleza de los romanos, dista mucho de verse encantador a los ojos de los terrícolas y de poder brindar hospitalidad a los mismos. 
Si descendieramos en la superficie venusina, ¿qué condiciones encontraríamos? Para comenzar, la temperatura de su superficie supera los 500 grados Celsius, suficientemente elevada como para derretir el plomo, lo que convierte a Venus en el planeta más caliente del sistema solar. Pero la situación es aún peor: una gruesa capa de dióxido de carbono ejerce una presión 92 veces superior a la de la atmósfera de la Tierra. Además el  paisaje es completamente seco y las nubes opacas que envuelven al planeta están mezcladas con ácido sulfúrico.  

Superficie del planeta Venus.


Tanto el origen de la vida y las condiciones en las que ocurrió en la Tierra como la existencia de seres vivos  en otros planetas de nuestro sistema solar o inclusive fuera de él, son algunas de las preguntas más relevantes y fundamentales que la humanidad trata de contestarse en nuestro tiempo. La ciencia que se ocupa de buscar las respuestas a estas preguntas es la astrobiología. Los investigadores que estudian el origen, la evolución y distribución de la vida en el universo pertenecen a distintas disciplinas: la astronomía, la biología, la geología, la heliofísica (que estudia las conexiones físicas entre el Sol y el sistema solar) y la ciencia planetaria. Las investigaciones que llevan a cabo estos científicos incluyen trabajos de campo que se realizan en una amplia gama de entornos terrestres, viajes espaciales y numerosas actividades complementarias en los laboratorios. Estos estudios son financiados por universidades y agencias espaciales de varios países.


A Venus a veces se lo llama “el gemelo de la Tierra” porque ambos planetas son casi del mismo tamaño, tienen aproximadamente la misma masa (pesan aproximadamente lo mismo) y tienen una composición muy similar (están hechos del mismo material). Sin embargo, ambos planetas son muy diferentes. Por ejemplo, Venus no tiene océanos de agua ni tampoco vida como la que conocemos en la Tierra. Debido a las condiciones extremas parecidas al infierno descripto en la literatura, se lo suele llamar también el “gemelo malvado”.
Al principio de su historia, Venus según los investigadores afirman, se parecía mucho a la Tierra, con océanos y un clima más frío. Sin embargo, debido a cambios en las condiciones climáticas, en unos pocos miles de millones de años comenzó a producirse un intenso efecto invernadero. Venus está aproximadamente un tercio más cerca del Sol que la Tierra, por lo que recibe el doble de luz solar. Este calor adicional provocó una mayor evaporación del agua superficial inicial. A su vez, el vapor de agua atrapó más calor, calentando aún más el planeta, provocando más evaporación hasta que los océanos desaparecieron. Este proceso justificaría el cambio de un Venus inicial muy parecido a la Tierra al planeta que conocemos hoy. Conocer exactamente cuándo y cómo Venus se convirtió en un horno nos podría ayudar a modelar el cambio climático de la Tierra, así como a evitar la posibilidad de compartir su destino. El conocimiento al que se acceda sobre Venus nos podría dar no solo información sobre las consecuencias del cambio climático, sino también nos ayudaría a comprender el origen de la vida en nuestro planeta.
 

El robot Curiosity en la superficie de Marte.

 Hace ya más de 15 años que los astrobiólogos habían argumentado que, aunque siendo una posibilidad remota, la vida de Venus era posible. En las nubes a unos 50 km de altura existiría un nicho habitable donde la presión y la temperatura serían similares a las que encontramos en algunos lugares de nuestro planeta. Para obtener energía, “las criaturas flotantes que se parezcan a las bacterias” podrían usar abundante luz solar o productos químicos presentes en las nubes. Por supuesto, estos seres tendrían que tolerar el ácido sulfúrico, pero sabemos que los llamados organismos extremófilos en la Tierra han demostrado que la vida puede prosperar incluso en los entornos más duros. Como en otras ocasiones, fue el científico y divulgador Carl Sagan quien se adelantó a este descubrimiento. En 1967 publicó un estudio en Nature en el que especulaba que podría haber seres macroscópicos del tamaño de pelotas de ping-pong; una especie de medusas flotantes en la atmósfera especializadas en vivir entre gases tóxicos. 


Hace unos días se publicó un hallazgo importantísimo: se identificó en la atmósfera de Venus una molécula conocida como fosfina. Este compuesto, como la mayoría de los gases, se puede producir de dos maneras: tanto a través de reacciones químicas que no necesitan de ninguna forma de vida, como también a partir de reacciones bioquímicas. En Júpiter y Saturno se ha descripto la presencia de este gas a partir de un proceso ajeno a la existencia de vida. En la Tierra su fuente principal se asocia a microbios que viven en entornos donde no hay oxígeno, como el fondo de algunos lagos, las aguas fecales y el intestino de animales, incluidos los humanos.   Ana Carolina nos contó en una muy linda nota publicada por esparCiencia sobre el significado de la detección de este gas en la atmósfera de Venus y la interptetación que podríamos hacer de este hallazgo un-planeta-de-especulaciones.
Cuando la humanidad comenzó a estudiar los cuerpos celestes, inicialmente se dirigió a Venus. Este planeta fue el objetivo de la primera sonda interplanetaria exitosa (Estados Unidos, 1962); el primero en el que se estrelló una misión (Unión Soviética, 1965); y el primer mundo alienígena en albergar un aterrizaje exitoso (Unión Soviética, 1970). Los científicos se dieron cuenta rápidamente de que Venus no sería un hogar para la exploración humana en el futuro, ni un destino en el que permanecer, incluso por períodos cortos de tiempo.

El interés sobre Venus, el ahora no tan malvado gemelo, se basa en la ayuda que nos podría brindar para entender los procesos que ocurren en nuestro propio planeta. Los científicos planetarios están ideando nuevas formas de estudiarlo y desarrollan tecnología en el laboratorio capaz de sobrevivir a las horrendas condiciones en su superficie. Y con la India a la cabeza, pronto podría haber un desfile de sondas que se dirigen hacia la segunda roca del sol. “Podría ser el comienzo de una nueva década de Venus”.
 

Esta fotografía muestra algunas de las antenas que componen el Atacama Large Millimeter / submillimeter Array (ALMA) desde donde se detecto la fosfina.


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