Mirá quién habla ahora (y habló siempre)

Por Ana Carolina Zelzman

Publicado el 9 Nov. 2022 10:30

Tiempo de lectura: 3 minutos.

Para las personas que podemos escuchar, las vocalizaciones son vías esenciales de comunicación con nuestros congéneres. ¿Qué ocurre con otras especies? 

 


Si te invito a pensar en los sonidos de los animales, ¿cuáles se te ocurren? Seguramente surgirán primero los cantos de los pájaros. Las ranas y los grillos tal vez sean una segunda opción a medida que vamos pensando dónde y cuándo oímos a otras especies. Los maullidos y ladridos de nuestros mejores amigos seguramente también estarán presentes y quizás también reciba elogios el exótico "canto" de las ballenas.  

Pero en esa enumeración quedarán afuera millones de especies de todos los tamaños, formas y comportamientos que comparten el planeta con nosotros. La vida de esas especies puede llegar a ser tan diferente a la nuestra que nos cuesta "ponernos en sus zapatos" para estudiarla y entenderla.  

Las limitaciones tecnológicas y anatómicas (como la incapacidad de oír más allá de ciertas frecuencias) a veces acompañan o dan lugar a esa incapacidad de comprensión y causan que pasemos por alto detalles importantes de otros seres vivos. 

Por ese motivo, en un reciente estudio publicado en Nature Communications, investigadores de varias instituciones analizaron las vocalizaciones de diversos vertebrados poco estudiados. El objetivo del trabajo fue detectar un posible origen común del comportamiento de vocalización. La posibilidad de que algunos animales evolutivamente antiguos tengan este rasgo en común permitiría concluir que el origen de las vocalizaciones, al menos entre los vertebrados, es muy antiguo y es común al menos a todos los vertebrados terrestres..  

El grupo de investigadores grabó y analizó 53 especies de cuatro grupos diferentes: tortugas, peces pulmonados, cecilias y tuátaras entre las que hallaron ejemplos diferentes de producción de sonido, muchos de ellos hasta ahora desconocidos. Los datos de este relevamiento se combinaron con uno anterior sobre 1800 grupos de vertebrados para realizar un análisis que busca reconstruir el estado del rasgo (en este caso “vocalización”) en el antepasado común de todos los grupos analizados.

El consenso hasta ahora era que la comunicación sonora surgió en varios grupos diferentes de manera independiente, basándose principalmente en la gran diversidad de morfologías del oído que se pueden encontrar entre aves y mamíferos. Este trabajo aportaría evidencias en contra de esa idea, ya que presenta especies con gran distancia evolutiva entre sí - es decir con un ancestro en común muy antiguo - que sin embargo muestran patrones comunes en sus vocalizaciones.  

Los autores del trabajo especulan respecto la posible relación entre la presencia del comportamiento de vocalización y estructuras anatómicas como los pulmones o el oído pero destacan que lo que ellos están analizando es el comportamiento de vocalización como forma de comunicación y no que éste sea la consecuencia del surgimiento de determinada estructura anatómica.

Por lo tanto, la capacidad de un pez de usar las vibraciones de su vejiga natatoria para "cantarle" a su potencial pareja, las vibraciones guturales de las tortugas, los complejos trinos del aparato fonador de las aves y tantos sonidos más, tendrían un origen común en nuestro antepasado compartido que habitó los mares hace más de 500 millones de años... 

¡Y eso que ni hablamos de todos los animales que no son vertebrados!  

Ecología acústica: Una señal de su presencia 

En los animales terrestres la importancia de las comunicaciones sonoras es tal que la grabación y análisis del sonido ambiente de un determinado hábitat se suelen usar para estimar la diversidad y abundancia de especies. Los cambios de este indicador a lo largo del tiempo dan cuenta de alteraciones esperables en el hábitat - como la ausencia periódica de una especie migratoria – pero también son una evidencia más de los severos cambios a nivel ecológico que están ocurriendo a raíz del cambio climático.  

En las especies marinas el estudio de sonido es muy reciente, debido justamente al antropomorfismo producto de nuestra dificultad para escuchar bajo el agua (¿si nosotros no oímos quien podrá hacerlo?). Nacida de la prospección geológica y la tecnología de espionaje militar, la acústica submarina cada vez se desarrolla más y los micrófonos han pasado de estudiar solamente a las carismáticas ballenas a registrar el repertorio de crustáceos, peces y muchos otros habitantes del océano.  

Los registros de hidrófonos en ubicaciones fijas permiten supervisar el paso de manadas de ballenas en migración, "descubrir" animales en la oscuridad del océano profundo y demostrar de una manera movilizadora la diferencia entre un arrecife de coral sano y uno blanqueado



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