Los arrecifes de coral de todo el mundo corren peligro a causa del cambio climático y otras acciones humanas. ¿Que está en juego con su pérdida? ¿Qué se puede hacer para evitarla?
La primera vez que vi los arrecifes de coral era una niña y debo confesar que quedé muy impactada, a pesar de disfrutarlos a través de la pantalla del televisor de la mano de Jacques Cousteau. Muchos de nosotros nos sumergimos, buceamos y conocimos el fondo del mar, sin movernos del corazón de la llanura pampeana, gracias a él y a su inseparable Calypso. El Capitán Cousteau fue un adelantado para la época, tal es así que en 1974 ya sospechaba que los humanos estábamos siendo un impacto negativo para los arrecifes de coral, algo que hoy en día es una lamentable evidencia científica.
En los últimos 20 años hemos perdido el 50% de los arrecifes de coral y se estima que más del 90% morirá para 2050 según datos presentados en la Reunión de Ciencias Oceánicas en San Diego, California, a principios de este año. Esto se debe a que los océanos se calientan y se vuelven más ácidos por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono. De esta manera, los arrecifes de coral podrían convertirse en los primeros ecosistemas del mundo en extinguirse por nuestra culpa.
Los arrecifes de coral, que parecen densas vegetaciones submarinas, son animales coloniales. Estas colonias se forman con cientos de miles de individuos y pueden alcanzar tamaños gigantescos. Viven en simbiosis con microalgas que, alojadas en su interior, les dan parte de la energía que obtienen a través de la fotosíntesis. Es debido a esto que necesitan vivir en aguas claras y poco profundas con mucha luz, a no más de 50 metros de profundidad.
Cuando aumenta la contaminación o la temperatura del agua, los corales se estresan y expulsan a las microalgas de su interior, pierden su color y se blanquean. Pero, además, la acidificación del océano agrava el problema al erosionar el arrecife, obligando a los corales a re-construir sus esqueletos de carbonato de calcio gastando más energía y disminuyendo su tasa de crecimiento. Debido a que los corales crecen muy lentamente, un arrecife puede tardar hasta 10 años en regenerarse completamente luego de un evento de blanqueamiento. Los arrecifes de coral como los conocemos comenzaron a formarse hace 240 millones de años atrás.
El primer evento global de blanqueamiento sucedió en 1998 cuando murieron aproximadamente el 16% de los corales en el mundo entero, y desde entonces los eventos de blanqueamiento han sido más frecuentes. En el año 2015 las naciones del mundo se comprometieron a limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Los datos no son muy alentadores porque la temperatura global promedio ya es 1 °C más alta. Otro problema que acarrea el cambio climático es que intensifica los fenómenos meteorológicos periódicos, aumentando las temperaturas y reduciendo el intervalo de recuperación entre los eventos de blanqueamiento. Los modelos climáticos predicen que el calentamiento global continuará durante el próximo siglo porque nuestras emisiones de carbono seguirán aumentando. Entre 2014 y 2017, una ola de calor oceánica global afectó a alrededor del 75% de los arrecifes tropicales. La mitad de estos arrecifes de coral se ha perdido durante las últimas tres décadas e incluso si las temperaturas se mantuvieran a no más de 1,5 °C, se estima que entre el 70% y el 90% de los arrecifes desaparecería a finales de siglo.
Si no entendemos en profundidad el tema, podemos pensar que se trata de un problema de conservacionismo, pero en realidad es mucho más lo que está en juego. Los arrecifes de coral no son solo bonitos paisajes submarinos. Además de su riqueza natural y las especies que dependen de ellos para sobrevivir, los arrecifes sustentan una cuarta parte de toda la vida marina. Los corales nos proveen seguridad alimentaria a través de la pesca, nos protegen de inundaciones, generan ingresos gracias a los millones de turistas que viajan para apreciarlos y hasta son la materia prima de algunos medicamentos.
Los estudios muestran que es más probable que los arrecifes se recuperen de un evento de calentamiento si están protegidos de otras tensiones, como la sobrepesca, la contaminación de la agricultura y los daños causados por los barcos. Es por eso por lo que en algunas zonas se está reforestando tierra adentro para reducir los flujos de sedimentos y se han construido plantas de tratamiento de aguas residuales para evitar que éstas desemboquen en el mar.
Por otro lado, hay programas de crianza de corales basados en la jardinería. Este laborioso proceso implica pegar fragmentos de coral vivo de partes sanas del arrecife sobre esqueletos de coral muertos o estructuras de arrecifes artificiales. La idea es acelerar un proceso natural mediante el cual fragmentos de coral o pólipos son transportados por las corrientes y se fijan en un arrecife, repoblándolo. Las regiones cálidas son fuentes importantes de corales tolerantes al calor, la implantación de estos extremófilos térmicos, podría acelerar el proceso evolutivo de adaptación al calor, pero significa cambiar drásticamente el ecosistema, lo opuesto a la conservación tradicional, y conlleva riesgos.
Los seres humanos, creyéndonos superiores a las otras especies, hemos intervenido la naturaleza a nuestro antojo, la mayoría de las veces con buenas intenciones. Las consecuencias están a la vista. Está claro que aunque se restauren los arrecifes, la población de corales no va a ser igual a la preexistente. Aún así, es importante tomar conciencia de la dimensión de este problema, y tratar de poner nuestro granito de arena para que el calentamiento global sea un tema de debate y permanezca en la agenda de los gobiernos.
Tal vez no somos conscientes de que, en algún momento, los seres humanos seremos también como corales, pero ya será tarde para actuar.
Imágenes: Piqsels