Vamos a hablar de un tema que se está barriendo bajo la alfombra. ¿Qué está pasando en el mundo (y en nuestro país) con la basura y el reciclaje? ¿Qué es la exportación del impacto ambiental? Te contamos en esta nota.
La noticia pasó desapercibida para muchos, pero marcó un antes y un después para todos. Desde enero de 2018, China ya no recibe material reciclable enviado desde otros países, a menos que éste cumpla estándares de calidad (limpieza y separado de los distintos tipos de basura). Esta decisión generó un efecto contagio en varios países asiáticos que recibían de EEUU y otras potencias material reciclable mezclado con sustancias no reciclables e incluso contaminantes peligrosos. La negativa de estos estados de hacerse cargo de la basura que países del primer mundo buscaban “barrer bajo la alfombra”, ¿obligará a todos a lidiar con sus propios desechos? ¿Será esta la presión necesaria para que los países desarrollados se planteen un modo de vida más sustentable, o simplemente los orientará hacia otras tierras menos protegidas, tal vez América latina o África, en busca de un nuevo basurero?
Pero antes de meternos en el tema, necesitamos comprender un poco qué está pasando específicamente con la basura, y también en general con todo impacto ambiental, gracias a la globalización.
Todos los organismos vivos afectamos a nuestro ambiente; esto se puede demostrar por las leyes más básicas de la física. Para poder funcionar necesitamos tomar recursos del ambiente y liberar desechos: sólo por estar vivos generamos un impacto. Por supuesto, para que nuestro ambiente resista nuestra presencia por un tiempo prolongado, tenemos que minimizar ese impacto. Los humanos tenemos un estilo de vida que afecta mucho al entorno y lo desarrollamos en un tiempo relativamente muy corto en comparación a otros seres vivos. También, a diferencia de otras especies, tenemos la capacidad de medirlo, predecir que los recursos se acabarán en algún momento y planear cómo podemos hacer para usarlos de la forma más sustentable posible. Pero hay cuestiones sociales, políticas y económicas que afectan cómo se maneja y distribuye ese impacto.
En los países desarrollados el impacto que cada persona genera en el ambiente es mayor que en los no desarrollados, por los altos niveles de consumo y el estilo de vida en general. Sin embargo los efectos ambientales muchas veces pueden “exportarse”, de forma que la gente acomodada pueda tener estilos de vida poco sustentables sin hacerse cargo de las consecuencias. El caso de la basura, mencionado al principio del artículo, es sólo un ejemplo: un país rico puede pagarle a un país más pobre para hacerse cargo de sus desechos, y de esta forma liberarse de buena parte de los efectos ambientales que tiene el consumo de sus habitantes. El país que recibe la basura tiene una compensación económica a costa de poner en riesgo su medio ambiente y el bienestar de sus habitantes a mediano o largo plazo. Pero la “exportación del impacto” también puede darse de otras formas: en un mundo globalizado, una multinacional radicada en un país que protege su entorno puede elegir países con leyes menos restrictivas (en general, países en desarrollo) para abrir fábricas o explotar recursos naturales. Nuevamente, detrás de una compensación económica inmediata (creación de puestos de trabajo, impuestos o retenciones) se esconde una amenaza posterior al ambiente y la calidad de vida. Estos fenómenos también pueden darse dentro de un mismo país, con provincias o regiones que trasladan el impacto de sus actividades productivas a otras zonas menos prósperas. Por ejemplo, gran parte de la basura de CABA y municipios del conurbano terminan en unos pocos rellenos sanitarios en la Provincia de Buenos Aires.
A partir del rechazo de China y otros países asiáticos a la basura reciclable “tramposa” de los países del primer mundo, ¿qué políticas adoptarán estos países para lidiar con sus desechos? En lo inmediato, en los EEUU se optó por quemar gran parte de los residuos que podrían reciclarse si fuesen tratados como corresponde. Esta decisión muestra que nunca fue una preocupación para ese país garantizar un reciclado efectivo de la basura, sino que simplemente “la barrían bajo la alfombra”, tal vez confiando en que siempre habría algún país en desarrollo deseoso de hacerse cargo del impacto ambiental a cambio de algunas monedas. Probablemente sea naïf pensar que los hechos recientes los obligarán a desarrollar nuevas formas de lidiar con los residuos; más aún creer que este será el puntapié para adoptar modos de vida más sustentables.
Con este escenario, todo parece apuntar a que alguna otra región será la nueva destinataria de la basura. Los candidatos: países pobres con regulaciones laxas, tal vez de África o América latina, que estén dispuestos a poner en riesgo su ambiente por un beneficio económico inmediato. Nunca está de más mantener un ojo atento a esto. Nuestro futuro depende de que defendamos nuestro ambiente y recursos naturales.