Galileo Galilei: La verdad quema y salva

Por Julieta Mirabelli

Publicado el 15 Feb. 2020 00:10

Tiempo de lectura: 3 minutos.

Nació un día como hoy en 1564 en Pisa, Italia. Interesado en casi todas las ciencias y el arte formó parte de la revolución científica del siglo XVII, en la que sentaron muchas de la bases de lo que sería a partir de allí, la ciencia moderna.


Nació un día como hoy en 1564 en Pisa, Italia. Interesado en casi todas las ciencias y el arte formó parte de la revolución científica del siglo XVII, en la que sentaron muchas de la bases de lo que sería a partir de allí, la ciencia moderna.  

Hijo de músico, compositor y teórico, él mismo tocaba el laúd, trabajó bajo la tutela de la familia Médici durante muchos años dónde estudio el comportamiento de los objetos en el agua. Debido a la insistencia de su padre estudió medicina en la Universidad de Pisa en Florencia pero abandonó en 1585 para estudiar filosofía y matemática.

Hasta 1610 se dedicó a la enseñanza de matemática, geometría, mecánica y astronomía y centró su interés en el movimiento de los astros. Conocedor de las teorías Ptolomeicas (100 d.c.) que manifestaban que la Tierra permanece inmóvil en el centro del Universo, mientras que el Sol, la Luna y los planetas y las estrellas, giraban a su alrededor en órbitas circulares. Galileo no estaba de acuerdo y se propuso trabajar en la teoría heliocéntrica  de Copérnico que afirmaba, entre otras cosas, que la Tierra giraba alrededor del Sol. 

Entre sus inventos está el compás de cálculo, tiempo después un amigo le acercó un gran invento de un holandés llamado Hans Lippershey, el telescopio. Rápidamente  le realizó algunas modificaciones  logrando así obtener el más preciso para la época. Fabricó muchos otros, pero al parecer solo algunos le quedaron bien. Observando el cielo describió las montañas y los cráteres de la Luna, los cuatro satélites mayores de Júpiter publicando luego el libro “EL mensajero de los astros” el cual exponía distintos errores de la cosmología y la física aristotélicas.

Galileo y el telsecopio.

La publicación de dos libros, “Sidereus nuncius”, considerado el primer libro de divulgación científico de la historia y de la “Istoria e dimostrazioni interno alle macchie solari e loro accidenti” en 1610 y 1613 respectivamente llevaron al público las pruebas astronómicas de Galileo. Al describir las fases de Venus confirmó su idea en contra de la cosmología de Ptolomeo aceptando las teorías de Copérnico. Pero luego de escribir el tratado sobre las manchas solares fue denunciado por un cura florentino por herejía. Galileo escribió una carta extensa sobre lo irrelevante de los pasajes bíblicos en los razonamientos científicos, “para el estudio de los fenómenos naturales es necesario remitirse, antes que a la Escritura, a la práctica de la investigación científica”, “la naturaleza es inexorable, inmutable y está sometida a leyes fijas, que no dependen de la opinión o el deseo de los hombres, y que fueron impuestas a los fenómenos por la voluntad de Dios. (1.)  Aquí queda claro el pensamiento de Galileo a favor de la separación entre ciencia y religión.

Fue advertido por la Iglesia para que deje de publicar sobre la defensa del heliocentrismo y si bien así lo hizo, el 30 de abril de 1633 le obligaron con amenazas a abjurar. El 21 de junio del mismo año fue condenado a prisión perpetua que cumpliría con arresto domiciliario. Se cree que luego de confesar y arrepentirse dijo su famosa frase “Eppur si muove” («Y, sin embargo, se mueve»), pero es probable que no hayas sido así dado a que su vida estaba en juego.

El 2 de enero de 1638 y luego de años de mirar al sol con su telescopio pierde la vista definitivamente, se instala cerca del mar en su casa de San Giorgio junto a sus discípulos  que lo asistieron y trabajaron tanto en astronomía como en otras ciencias. Allí permaneció hasta su muerte el 8 de enero de 1642. 

Y si, la verdad quema y salva, seguro Galileo lo tenía muy claro. Eppur si muove.

Fuentes

(1)Juan Pablo II y el caso Galileo: Reflexiones sobre el fin de la controversia. Guillermo Boido. Publicado en la Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XXII, N° 1 (Otoño 1996)



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