Ernesto Sabato: el escritífico argentino

Por Francesca Battista

Publicado el 19 Ago. 2020 14:30

Tiempo de lectura: 5 minutos.

Ernesto Sabato, conocido principalmente por sus obras literarias y ganador del Premio Cervantes en 1984, se desempeñó como físico hasta la edad de 34 años. ¿Lo sabías? En esta nota te contamos.


Que exista una separación entre la comunidad de las letras y la comunidad de los números es un hecho cultural de la época moderna. Muchos son los ejemplos de intelectuales premodernos que se dedicaron a las artes y a las ciencias. Puede ser que el ejemplo más conocido sea Leonardo Da Vinci. Pero también en época moderna podemos encontrar tales personalidades: algunos escritores conocidos internacionalmente fueron científicos, encarnando así las dos culturas (científica y artística) en una única persona. Los podríamos llamar “escritíficos”. Lewis Carrol (seudónimo de Charles Dodgson) el autor de Las aventuras de Alicia en el País de las maravillas, fue matemático, Primo Levi fue químico en una industria y es conocido internacionalmente por sus relatos sobre su supervivencia en los campos de exterminio nazi, e Isaac Asimov, uno de los padres de la ciencia-ficción, fue bioquímico. El “escritífico” argentino fue Ernesto Sabato.

Sabato cursó sus estudios de licenciatura y doctorado en la Universidad de La Plata durante los años 20-30, época de decadencia respecto al periodo fundacional de la misma. Allí Sabato desarrolló, como investigación para su tesis doctoral, experimentos sobre la estructura atómica del criptón y en general sobre los átomos, dos de los temas más relevantes en el mundo de la Física de ese momento.

Carta escrita por E. Sabato y dirigida al Decano de la UNLP con el pedido de poder recibirse. Fuente: Ariel Fleischer.

De hecho, las primeras décadas del siglo pasado vieron el nacimiento de la física moderna que revolucionó el modelo del átomo y las formas de entender su dinámica y la de sus constituyentes. La formulación, por parte de Planck, de la hipótesis de la existencia de los cuantos, unidades mínimas e indivisibles que establecen la naturaleza discreta y no continua de la energía, sitúa el principio de la física cuántica en 1901. En 1905, Einstein explicó el efecto fotoeléctrico, o sea la extracción de electrones desde los átomos de un metal expuesto a ondas electromagnéticas como, por ejemplo, la luz. Einstein logró una teoría para este fenómeno asumiendo que la luz, de hecho, es cuantizada y está constituida por fotones, cuantos de luz. La cuantización de la materia llegó en 1913, cuando Bohr postuló que para que los átomos puedan existir y sean estables, las órbitas de los electrones alrededor del núcleo tienen que corresponder a números enteros de cuantos de energía; la energía de un electrón en un átomo también, entonces, era cuantizada. La prueba experimental de este modelo atómico llegó un año después, cuando Franck y Hertz, físicos que se ocupaban de las energías de ionización (extracción de electrones desde los átomos), confirmaron la cuantización de las órbitas. En el experimento, como los dos científicos utilizaron electrones y átomos de mercurio sin irradiar luz, los resultados no podían depender de la cuantización de la luz, duda que hasta ese momento había alimentado escepticismo hacia la cuantización de la materia.

Se empezó entonces, en esas décadas, el estudio sistemático de los niveles de energía de los electrones en los diferentes elementos. En su trabajo doctoral Sabato estudió los niveles del criptón a través del método de Franck y Hertz y del método fotoeléctrico.

Terminado el doctorado en el diciembre de 1936, Sabato consiguió una beca de investigación en el Instituto Radium de París, uno de los lugares más prestigiosos de investigación científica de ese periodo, gracias a la carta de presentación que Bernardo Houssay, futuro premio Nobel en 1971 para la Fisiología o Medicina, escribió a Joliot Curie en Francia.

Otro fenómeno que llamaba la atención de los grandes científicos de esa época era el fenómeno de la radiactividad. Descubierto en el 1896 por el científico Becquerel, fue vastamente estudiado por Pierre y Marie Curie. La radiactividad involucra el núcleo de los átomos y es el fenómeno espontáneo que permitió la existencia de diferentes tipos de elementos químicos en la naturaleza. Durante este proceso, un núcleo atómico con una proporción poco favorable de neutrones y protones, y por eso inestable, pierde energía gracias a la emisión de radiación de partículas o rayos X. Se produce, entonces, un cambio en el número de protones y neutrones, es decir la transmutación de un elemento a otro.

Irène Curie, hija de Pierre y Marie Curie, descubrió junto a Frédéric Joliot, su marido y asistente personal de Marie, la radiactividad artificial: la posibilidad de inducir radiactividad en ciertos núcleos estables al bombardearlos con partículas especiales. Este descubrimiento seguido por el hallazgo de los neutrones en el 1932 abrió el camino hacia la fisión nuclear. Este era el objeto principal de la investigación en los laboratorios de los Curie donde Sabato trabajó entre 1938 y 1939.

Sabato, teniendo que abandonar Europa debido a los eventos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial, pasó un periodo en Estados Unidos. En 1939 firmó como único autor, declarando su afiliación al MIT, un artículo científico publicado en Physics Review en 1939 sobre rayos cósmicos. Trabajaba bajo la dirección de Manuel Sandoval Vallarta, quien estudió con algunos padres de la física moderna: Einstein, Planck y Heisenberg.

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De vuelta en Argentina, en los años 40, Sabato se desempeñó como docente. Los artículos científicos publicados en los Anales de la Sociedad Científica Argentina en colaboración con Enrique Loedel Palumbo (que a su vez fue físico y poeta) se concentraron en reflexiones sobre la interpretación del concepto de temperatura, proponiendo un cambio en el orden de los principios de la termodinámica.

Sabato, gracias a su actividad docente, publicó en el 1944 con Alejandro de Bisschop el libro Elementos de física para las escuelas nacionales de Comercio, en el que propusieron una didáctica más práctica, menos enfocada en las definiciones y más en el conocimiento de conceptos útiles en la vida de todos los días. En 1946 volvió a la escritura de libros de texto con Elementos de Física, en colaboración con Alberto P. Maiztegui. Los dos tomos que lo constituyen fueron ampliamente utilizados en los colegios de Buenos Aires. Las propuestas didácticas ahí presentadas representan un cambio en la enseñanza de la física al estar vinculadas con aspectos empíricos y muestran la actitud experimental de Sabato como físico. Su inclinación hacia la escritura se ve expresada en el estilo muy literario de las introducciones a los contenidos del libro (así como ya se manifestaba en su contribución a la Enciclopedia Jackson).

Una nota bibliográfica curiosa y de valor científico-histórico es que Sabato, bajo el alias Crisóstomo Ugarteche (que no fue su primer seudónimo), escribió junto a Santiago Bertran, en 1945, un texto sobre la bomba atómica, imaginando la posibilidad de utilizar la energía nuclear con fines pacíficos para el bienestar económico de la Nación. Este texto fue escrito antes del principio de la era nuclear en Argentina y muestra las intenciones de Sabato de ilustrar las posibilidades que esa nueva tecnología ofrecía y las implicancias éticas y políticas que traía.

Primera edición de “Historia y principios de la Bomba Atómica”. Fuente: Ariel Fleischer.

Para el lector interesado aconsejamos la lectura del libro Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en Argentina, 1918 – 1955, editorial de la UNQ, 2008, de Osvaldo Graciano, y de Bibliografía completa de Ernesto Sabato (1931-2006): Con algunos apuntes biográficos, Cuadernos del Cenit, 2011, de Ariel Fleischer, a quien agradecemos por las imágenes de documentos originales de la época y por la enorme cantidad de información que nos brindó.

 

Fuente de Imágen de Encabezado: wikimedia commons



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