Hoy queremos recordar a Enrique Gaviola, quizás el científico argentino más importante de la primera mitad del siglo XX, reconocido internacionalmente por sus contribuciones a la física y a la astronomía, pero desconocido y olvidado (como ocurre con muchos grandes personajes) en su propio país. El entorno científico excepcional en el que vivió durante sus años de estudio en Alemania lo convirtió en testigo de acontecimientos históricos que cambiarían el futuro de la ciencia y la humanidad. Gaviola no sólo fue un científico excepcional sino también una persona extremadamente comprometida con el desarrollo de su país, un visionario y un defensor de los derechos humanos.
Gaviola nació la ciudad de Mendoza, Argentina, el 31 de agosto de 1900 y murió en la misma ciudad el 7 de agosto de 1989. Estudió en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata, y ya en este período, manifestaba una gran capacidad e interés por la física. Por consejo de un destacado profesor, una vez finalizada su carrera de grado como agrimensor, decidió iniciar sus estudios de física en la Universidad de Göttingen en Alemania, donde llegó en 1922. Allí tuvo la oportunidad de estudiar con los científicos más encumbrados de la época, entre ellos Max Planck, Max Born y Albert Einstein (con quién mantuvo una larga amistad y quien lo consideraba un colega). Luego, continuó su formación en Berlín donde en 1926 presentó su tesis doctoral con calificación "sobresaliente" dirigida por von Laue y la mesa examinadora estuvo integrada por Lise Meitner, Albert Einstein y Peter Pringsheim, quienes fueron tres destacadísimos físicos de su época. Para continuar sus estudios, solicitó una beca Rockefeller para trabajar en Baltimore en los Estados Unidos. Esta beca le fue denegada bajo el argumento de que no se concedía a sudamericanos a pesar de haber obtenido la mejor calificación entre los candidatos presentados. Una muestra del reconocimiento que había obtenido en el grupo de investigadores y profesores con los que había trabajado, fue el pedido de apoyo a Albert Einstein para que le fuera concedida esa beca. ¡Gracias a una carta enviada por el mismísimo Einstein, la beca fue otorgada por primera vez a un investigador del hemisferio sur! La comunidad científica tomó esta intervención como un reconocimiento y desde ese momento su pertenencia al grupo de los más destacados físicos de la época fue indiscutida. A causa de esta oportunidad, se traslada a Estados Unidos donde trabajó con Robert Wood, el más grande físico experimental en aquel momento.
Entre 1928 y 1929 se desempeñó como investigador del Departamento de Magnetismo Terrestre en el Carnegie Institute en Washington. Junto con Merle Tuve y Harry Lawrence Hafstad. Empleando en técnicas de vacío y alta tensión, en una época en la cual recién se comenzaba a investigar en la tecnología de aceleradores de partículas, lograron obtener nada menos que cinco millones de voltios. El equipo que construyeron es considerado como el primer antecedente realmente importante de un acelerador de partículas (como el colisionador de hadrones del CERN donde se buscaba "la partícula de Dios"). Este desarrollo permitió abrir el campo experimental de la Física Nuclear. La foto que se presenta al principio de esta nota fue publicada por The Sunday Star de Washington el 11 de Noviembre de 1928. Se encuentra en el Museo de Ciencia y Tecnología del Smithsonian Institution en Washington D.C. En la misma se puede ver a Hafstad, a Tuve y al joven Gaviola de entonces, junto al aparato que construyeran.
Otra de las contribuciones más importantes de Gaviola consistió en la comprobación experimental de la emisión atómica estimulada. Estos estudios ponían a prueba una de las predicciones de Einstein y constituyen el principal antecedente de lo que hoy conocemos como rayo láser y como mencionamos antes, de los sables de luz de los Jedi. Estos rayos de luz se producen como resultado de una emisión estimulada de radiación. Los láseres producen un rayo de luz muy estrecho y de gran energía. Este tipo de luz es útil para muchas tecnologías e instrumentos. Seguramente habrán escuchado de su aplicación en medicina e incluso algunos que puede usar en su hogar. Este trabajo le permitió obtener el más alto reconocimiento por la comunidad científica. Por otro lado, investigaciones realizadas por Gaviola en la misma época dieron origen a dos nuevas áreas científicas: la espectrometría fluorescente en bioquímica y el comportamiento hidrodinámico de las proteínas. Gaviola diseñó y construyó un fluorómetro (un equipo que permite analizar la fluorescencia emitida por una muestra) para llevar adelante estas investigaciones y, aún hoy, es conocido bajo su nombre.
A partir de 1930 durante un período en el que residió en el país, ocupó importantes cargos, fue profesor en la Universidad de Buenos Aires donde revolucionó los métodos de estudio y dio gran impulso a los trabajos experimentales. Logró además que se dictaran por primera vez electromagnetismo, termodinámica de la radiación, teoría cinética y teoría cuántica, que hasta el momento no se encontraban incorporadas al plan de estudios. También impulsó la creación de la Asociación Física Argentina. En particular, su labor como primer presidente de la Asociación Física Argentina fue preponderante. Por su peso como científico reconocido se dirigía en tal carácter a senadores, diputados y ministros para recomendar o criticar medidas que hacían a la vida científica del país, llevando a cabo una prédica sobre la importancia del desarrollo científico en el país.
Hasta este momento, sus principales contribuciones fueron como hemos visto en el campo de la física. Sin embargo, las circunstancias en las que se encontraba desarrollando su trabajo en el país lo llevaron a concentrarse en la astronomía, donde Gaviola inició una carrera científica vertiginosa que lo llevaría a recibir los mayores homenajes en este campo, en el cual sus innovaciones fueron notables.
En 1935, el Observatorio Astronómico de Córdoba se encontraba en una situación crítica y hasta se mencionaba su clausura. El problema principal consistía en la no terminación de la configuración del gran espejo del telescopio, para poder convertirlo en el telescopio reflector de mayor diámetro del hemisferio sur. El director de este observatorio consultó a Gaviola sobre este problema y el participar en la búsqueda de una solución definitiva a este problema resultó su entrada en el mundo de la astronomía. Para introducirse en este nuevo campo, decidió ir a trabajar con John Strong, en dos de los lugares más capacitados de ese momento en la construcción de telescopios: el Instituto de Tecnología de California y el Observatorio Mount Wilson. Entre otras cosas, creó un método novedoso para el recubrimiento de la superficie de los espejos de grandes telescopios que permitió disminuir el tiempo, el trabajo y el dinero necesario. Hoy en día, los grandes telescopios modernos se construyen incorporando la innovación introducida por Gaviola. Es más, este desarrollo permitió la terminación de la construcción del telescopio del observatorio El Palomar, que se encontraba detenida por dificultades tecnológicas.
Pero sus contribuciones al conocimiento del espacio exterior no se limitan a este desarrollo. En 1942, con su colega Ricardo Platzcek diseñaron el primer espectrógrafo estelar del mundo construido totalmente con espejos. Estos equipos son instrumentos astronómicos que descomponen la luz de emitida por un cuerpo celeste y permiten saber cuál es su composición química. También realizó importantes aportes en el estudio de los rayos cósmicos, razón por la cual se ha pedido que lleve su nombre la instalación del proyecto Pierre Auger Project. Esta se llevó a cabo con la colaboración de casi 18 países en la ciudad de Malargüe, provincia de Mendoza, y su finalidad es establecer el origen y características de la radiación cósmica de alta energía.
Para tener una medida ajustada de lo importante de sus aportes como astrónomo podríamos contarles que sus investigaciones fueron reconocidas en 1981, cuando la Unión Astronómica Internacional le dio su nombre al asteroide 2504 descubierto en Córdoba en 1967. Por su labor en física y en óptica también había sido premiado, en 1978, con la Medalla de Oro Dr. Ricardo Gans, otorgada por la Universidad de La Plata y, en 1980, con la Medalla de Oro del Centro de Investigaciones en Óptica. Otro reconocimiento que recibió este investigador es la invitación por parte de Albert Einstein a firmar el 22 de junio de 1948 la adhesión al llamado "Manifiesto de Chicago" o "Manifiesto de los Nobel", en donde se alertaba a los gobiernos del mundo, y a la humanidad toda, sobre los atroces peligros que implicaría el uso de la energía nuclear en instancias bélicas. Todos los firmantes del manifiesto eran premios Nobel. La excepción fue Gaviola. "Por tus logros, debes y mereces firmarla"; fueron palabras de Einstein. Previamentele le escribió una carta pidiéndole sugerencias sobre el desarrollo de la bomba atómica.
Gaviola fue designado director del Observatorio Astronómico de Córdoba donde desempeñaría ese cargo de 1940 a 1947 y de 1956 a 1957. Allí se formaron entre otros Mario Bunge, Ernesto Sabato y José Antonio Balseiro. Posteriormente desarrollaría diversas actividades, la última de ellas como docente en el Instituto de Física de Bariloche y en la Comisión Nacional de Energía Atómica. La participación de Gaviola en la creación de instituciones como el CONICET y la SECYT (secretaría de Ciencia y Técnica) resultó también fundamental.
Sería injusto terminar de contarles la vida de este científico mencionando únicamente su labor como investigador. Para conocer a Gaviola en su real dimensión deberíamos mencionar que fue un reformista cabal. Contemporáneo a los sucesos que generaron la histórica "Reforma Universitaria de 1918" participó como estudiante de la Universidad de La Plata de este proceso. Su preocupación por la educación se manifestó en su libro Reforma de la Universidad Argentina. Breviario del Reformista (1931). Una anécdota que lo representa en un aspecto más humanista es que cada día trascurrido en el Instituto Balseiro plantó un árbol, por lo que el parque del Instituto Balseiro lleva su nombre. Sus valores éticos se pueden revelar con el esfuerzo que realizó en pleno nazismo para salvar la vida de varios científicos alemanes que no comulgaban con el régimen de Hitler. En 1931 recibió una carta del Premio Nobel Max Born, decano en la Universidad de Göttingen, solicitándole ayuda para tratar de salvar a Yuri Rumer, su principal colaborador. La carta de Born demostraba el prestigio, el respeto y la consideración que merecía Gaviola entre la elite científica internacional de esa época. Su participación protegiendo a varios académicos europeos perseguidos le valió el mote de "Schindler de los científicos".
Es lamentable recordar que, en los últimos años de su vida, vendió huevos y dulces caseros por las calles mendocinas en su vieja camioneta. "Había que parar la olla" según sus propias palabras. Contaba solo con su jubilación docente como ingreso y no le alcanzaba para llegar a fin de mes, como suele pasar con los investigadores en muchas épocas en este país.
Mario Bunge, uno de sus discípulos lo despidió con estas palabras: “Primer astrofísico argentino y maestro de integridad. Trabajo sin pausa y con poco éxito por el adelanto y en contra de la farsa y la corrupción, lo que le ganó la hostilidad de los mediocres y la gratitud de quienes aún tienen fe en el país”.