En los últimos meses se detectaron incendios en varias provincias de nuestro país. ¿Qué está pasando? ¿Cómo pueden prevenirse? ¿Se está haciendo algo? En esta nota te contamos.
Continúan las quemas ilegales en distintos puntos del país. Lo que comenzó en el delta del Paraná hace más de dos meses hoy se está extendiendo a otras regiones, y se suma a otros preocupantes eventos de degradación ambiental a lo largo de América del Sur.
Aunque el Ministro de Ambiente Juan Cabandié se pronunció sobre los incendios a principios de agosto y llamó a la Justicia a terminar con esta situación, que calificó de ecocidio, no parece que se hayan tomado medidas efectivas para prevenir más quemas.
Estos incendios que comenzaron en la cuenca del río Paraná afectan en gran medida a los humedales, un ambiente que es especialmente importante por su capacidad de captar dióxido de carbono y contribuir a la lucha contra el cambio climático. De hecho las quemas liberan todo ese carbono almacenado en las plantas y el suelo hacia la atmósfera, y se destruye esa superficie como captadora eficiente de carbono, como explica Lucía Curto, doctora en Ciencias de la Atmósfera y especialista en humedales. Luego de las quemas, “se puede dar que especies vegetales exóticas invadan estas superficies, o que el hombre las sustituya. La captación de carbono no va a ser tan eficiente debido justamente a no ser especies nativas.”
Los humedales también tienen un efecto de atenuación de las inundaciones y actúan como reservorio de agua y de biodiversidad. Además, agrega Curto, las plantas retienen sedimentos, filtran efluentes y pueden eliminar sustancias tóxicas de los cuerpos de agua. Tal es su relevancia que está en tratamiento una Ley de Humedales, a la que incluso el actual presidente de la Nación hizo referencia en su discurso inaugural, pero que aún se está debatiendo. Cabe recordar que esta ley es una deuda pendiente desde hace muchos años, que ya estuvo en tratamiento pero fue constantemente obstaculizada por sectores relacionados al agro.
Según Curto, se estima que la superficie de humedales afectada ha sido de unas 90 mil hectáreas. Estos son ambientes en que los fuegos y la sequía son especialmente dañinos. “Además se suma que en este momento el río Paraná está sufriendo una bajante desde hace ya casi un año, y los pronósticos del tiempo no son muy alentadores, al menos en los próximos meses”, agrega.
Además de lo que vemos sobre la superficie, añade Curto, el fuego en los humedales también afecta a los peces que habitan en el agua, influenciando en la actividad de la pesca, tanto deportiva como comercial.
Aún cuando la Justicia ya detuvo y citó a indagatoria a algunos sospechosos por las quemas en el Paraná, varios de ellos empresarios con campos en la zona, la situación empeoró en lugar de mejorar y al momento a esos incendios se le sumaron otros tantos en distintas provincias. En Córdoba se estima que se quemaron más de 30 mil hectáreas y ya se declaró el estado de emergencia. Los fuegos desbocados afectan pastizales y montes además de cubrir con humo los cielos de la región, generando problemas respiratorios a los habitantes. En algunos casos requirieron su evacuación y causaron grandes daños económicos a pequeños productores de la zona.
Aún cuando hay razones climáticas como la falta de lluvias, la baja de los ríos y los vientos fuertes que colaboran para empeorar la situación, está claro que muchos de los focos de incendio son de origen intencional. “Son ocasionados con un fin específico: para limpiar la superficie con fines ganaderos y agrícolas. La principal actividad es la cría de ganado, y eventualmente la siembra de soja”, explica Curto. Esta, junto con el negociado inmobiliario, sería la causa de muchas de las quemas tanto en el delta del Paraná como en el resto del país. En Córdoba un peón detenido en Villa Albertina confesó haber iniciado el fuego en un campo a pedido de sus dueños, para “limpiar” el terreno. Esos incendios están ahora fuera de control.
“La incertidumbre de saber que depende del viento que el fuego llegue o no es muy fea, si va para un lado te salvás vos pero se perjudica el que está del otro lado”, cuenta Natalia Gilio, de Anisacate. Y agrega que los vecinos tuvieron que fabricar herramientas caseras para apagar pequeños fuegos, ya que los bomberos no dan abasto. Pese a que desesperadamente denunciaron la angustiante situación en redes sociales, y algunos medios se hicieron eco compartiendo fotos del fuego y de plantas y animales reducidos a cenizas, por el momento las respuestas oficiales no alcanzan para frenar las llamas.
¿Qué se puede esperar en cuanto a la recuperación de los ambientes? En el caso de los humedales, según Curto, se puede estimar que los efectos del fuego persistan por unos 30 años. “Primero se recuperan los cursos de agua, y luego las plantas. En cuerpos de agua chicos puede tardar hasta 50 años, siempre y cuando no se los siga modificando. Si se los usa efectivamente para ganadería o agricultura -enfatiza- no se estaría dejando recuperar al humedal.”
Para peor, los incendios se combinan también con la actividad de desmonte que no sólo no frenó por la pandemia: se intensificó. En algunos casos se tomaron medidas, por ejemplo en Chaco y Salta, pero el problema dista de estar controlado. Esta situación en nuestro país se produce en paralelo al aumento de quemas y desmonte en Brasil y otros países de América del Sur; en el Amazonas, esta destrucción alcanzó máximos históricos en los últimos meses, a manos de empresarios amparados en el debilitamiento de los controles por parte del gobierno de Bolsonaro.
La magnitud del problema en la región muestra que es urgente una respuesta institucional para frenar la degradación de los recursos ambientales que vaya más allá de las leyes protectoras de ambientes o regiones puntuales y que garantice sanciones penales para los responsables. La pregunta es ¿existe una voluntad de oponerse a los intereses y las influencias de poderosos grupos empresarios?
Todo esto sucede cuando nos encontramos sumergidos en una pandemia cuyo origen puede trazarse a la sobreexplotación de recursos ambientales y no parece que este modelo vaya a ser realmente puesto en cuestión, aún cuando nos encontremos bajo fuego.