Cripto: el otro lado de la moneda

Por M. Alejandra Petino Zappala

Publicado el 21 Junio 2022 07:34

Tiempo de lectura: 13 minutos.

En un contexto de crisis económica y ambiental las criptodivisas pueden parecer buena idea, pero ¿qué hay detrás del boom?


Cada vez más gente habla de “las cripto”. Estamos en un mundo post crisis financiera de 2008 (por no hablar de la Argentina post corralito), en medio de desconfianza a los bancos, las instituciones y los gobiernos. Sumergidos en una retórica de fin de la civilización occidental como la conocemos, la tentación de encontrar otra salida a la economía "tradicional” es enorme, y donde hay una esperanza hay alguien dispuesto a hacer negocio. Para los entusiastas, las cripto son revolución. Los famosos las promocionan en televisión y en sus cuentas en las redes. Las notas en el diario nos dicen que son el futuro. Hay políticos que ya apostaron por ellas: el presidente de El Salvador hizo al Bitcoin moneda de curso legal en su país, bromeó desde Twitter sobre la especulación financiera hecha por su gobierno y prometió construir en el sur del país una “ciudad Bitcoin” que presentó en forma de maqueta dorada.

Por ahora, la apuesta no le estuvo saliendo bien: al momento de cerrar esta nota la divisa seguía perdiendo valor y le había hecho perder millones de dólares al país.

A pesar de las caídas, los gurúes insisten: si aguantamos este bache, volveremos a remontar, al infinito ¡y más allá! Para los entusiastas no hay límite. Para los críticos, sólo es una burbuja más, y el estallido es inevitable.

En resumen, este tipo de cosas son las que escuchamos al hablar de criptomonedas: su significado económico. Y tal vez pensar en una divisa “virtual” sin un respaldo en bienes tangibles nos hace creer que no hay ninguna otra consecuencia del uso de las criptomonedas. A diferencia del dinero “fiat” (como el peso, el dólar o el euro) ni siquiera tenemos billetes o monedas físicos, no las tocamos, no está muy claro dónde están ni las vemos ocupar espacio. Parecería que no son producidas mediante ningún recurso explotable. Difícilmente relacionemos su uso con impactos en el ambiente… a menos que prestemos atención a cuál es su recorrido antes de llegar a nuestras “billeteras” virtuales. En realidad, lejos de ser inocuas, parte del proceso para que tengan valor está causando preocupación y problemas, y podemos esperar que se hable cada vez más del tema en los medios de comunicación. Veamos…

 

Del “minado” a las granjas

Generar nuevas criptomonedas (es decir, por ejemplo, “emitir” una cierta cantidad de nuevos Bitcoins o de alguna otra divisa) claramente no involucra imprimir billetes ni acuñar monedas. Al menos en apariencia no se necesita papel, ni tinta, ni metales. Pero aún así también consume recursos. Uno del que veníamos hablando mucho ya antes de que las criptomonedas tomasen notoriedad es la energía eléctrica. Hoy en día la energía no es un tema menor: en los últimos años la preocupación por el futuro de nuestro planeta nos llevó a la idea de “transición energética”, que implica no sólo disminuir el uso de recursos no renovables y redirigirlo hacia otros, sino también cambiar toda la matriz económica. Muchos plantean que nuestro nivel de consumo actual es insostenible y que, de no cambiar radicalmente la forma en que utilizamos los recursos naturales, estamos condenados al desastre. La energía, su producción, distribución y uso es central para el futuro de nuestro planeta y nuestra especie.

Comprar con criptomonedas involucra mucha energía como parte de un proceso de validación. A diferencia de lo que pasa con un billete, no tenemos una marca de agua ni nada que nos indique de dónde provino. Tampoco hay una institución bancaria que autorice esa compra. En su lugar, la validación de las transacciones de criptomonedas involucra un proceso no centralizado; es decir que cualquier usuario con el equipo adecuado puede hacerlo. Se trata de complejos cálculos matemáticos que “autentican” las transacciones a través de criptografía (sí, de ahí viene el nombre "criptodivisa"). Es algo así como calcular una contraseña que depende de otros movimientos anteriores (la famosa "blockchain") de forma que sería imposible “falsificar” transacciones (aunque están apareciendo vulnerabilidades y está en duda que el sistema sea tan seguro). Quienes dan con esa "contraseña" y logran validar la transacción obtienen como resultado una recompensa, en parte gracias a la creación de nuevas unidades de esa moneda. A esto se le conoce como “minar”. En resumen, quien valida transacciones en cripto, recibirá criptos.

El problema es que estos cálculos se basan muchas veces en el principio de “prueba de trabajo”, que quiere decir que son computacionalmente costosos para que no cualquiera pueda hacerlos. Hace falta tener un equipo potente y rápido, especialmente porque sólo la primera persona en terminarlos se lleva el “premio”. Al final, los que completen los cálculos más lento van a haber gastado energía eléctrica sin ganar nada a cambio. Para agregar una complicación extra, a medida que hay más unidades de la moneda circulando, el minado se hace cada vez más costoso: hay que gastar cada vez más energía para minar lo mismo, y tal vez, si otro llega antes, quedarse sin nada. La minería es, entonces, una apuesta en que eventualmente va a ganar quien tenga el mejor equipo.

En parte a causa de la competencia cada vez hace falta tener mejores equipos: hace unos años se podía hacer minería de Bitcoin con la computadora que tenemos en casa, pero a medida que aumentó la complejidad de los cálculos y la cantidad de equipos minando esto dejó de ser eficiente. Sin embargo algunas personas intentan (y logran) sacar rédito usando lo que se conoce como “granja de criptomonedas”. No es ni más ni menos que un espacio con numerosos equipos dotados de procesadores mucho más potentes que los que tenemos en nuestras casas trabajando constantemente a toda marcha. A eso, por supuesto, se le deben sumar otros consumos, como el de enormes aires acondicionados para evitar que se sobrecalienten. El resultado es un establecimiento que, para generar una ganancia en criptomonedas, consume energía eléctrica a niveles asombrosos. Para darnos una idea: según un informe de la Universidad de Cambridge, una transacción de Bitcoin tiene una huella de carbono que equivale aproximadamente a unas 700 mil operaciones con tarjeta de crédito. Si pensamos a nivel global, ya hace tiempo que la red correspondiente a esta criptomoneda consume más electricidad que un país como el nuestro.

Consumo anual para minado de Bitcoin. Fuente: wikimedia commons

Por supuesto, una granja será especialmente rentable si la energía eléctrica es barata, y por eso hay ciertas localidades en las que están proliferando de forma acelerada aprovechando que aún no existen regulaciones al respecto. En Argentina, estos emprendimientos aprovechan los subsidios que se aplican para permitir a todos los ciudadanos acceder a la energía aumentando su margen de ganancias a costa de una inversión del Estado. La Patagonia es uno de los destinos elegidos no sólo por el bajo costo de la energía, sino también porque los climas fríos son propicios para no gastar tanto en la aclimatación de los servidores. En estos días se vive en nuestro sur una verdadera fiebre del oro virtual.

Una granja de Bitcoin en Alemania. Fuente: wikimedia commons

Exportación de impacto y el caso de la Patagonia

En estos días tomaron notoriedad dos casos que involucran minería de criptomonedas en el sur de la Argentina. El primero es el de Tierra del Fuego: se supo que casi la cuarta parte de la energía consumida en nuestra provincia más austral se usa para esta actividad. Es una región que ya se encontraba en situación de emergencia energética, y en la que todavía no existe una regulación específica de la minería de criptomonedas, vacío legal que fue aprovechado por estos emprendimientos. Por lo pronto, la provincia prometó identificar a quienes realizan esta actividad para remover los subsidios y, en caso de tener que realizar cortes de emergencia durante el invierno, tenerlos primeros en la lista.


Otro caso es el del proyecto para poner una enorme granja de Bitcoin en Zapala, Neuquén. Se trata de una instalación que se financiará con capitales internacionales. Que sea una zona franca (libre de impuestos), el bajo costo de la energía en la región y su cercanía a Vaca Muerta, de la que la granja se alimentaría de forma directa, es lo que atrae a quienes persiguen esta actividad. Y es así, de hecho, que FMI Mining se promociona en las redes: como un proyecto con “capacidad de expansión ilimitada” en el que Zapala es el pozo sin fondo que promete pura ganancia:

Este establecimiento no dejará más que impactos en nuestra Patagonia: como destacó Felipe Gutiérrez Ríos en su nota para El Cohete a la Luna, de cumplirse los objetivos previstos eventualmente esta granja sería la principal consumidora de energía de todo el país, más que duplicando el consumo de un gigante de la industria como ALUAR, la fábrica de aluminio que actualmente registra el mayor uso. Pero a diferencia de ALUAR, ni siquiera puede argumentarse que la minería vaya a generar empleos o alguna clase de rédito a la población de la región, y posiblemente impacte en las industrias que tendrán que recortar su consumo para compensar. Se trata, simple y sencillamente, de una expoliación que combina la transferencia de nuestros recursos a la especulación financiera con el impacto ambiental del minado.

 

Las promesas de la “minería verde”

Por supuesto, ante la alarma por los impactos energéticos de la minería, la promesa tecnológica no se hace esperar. Hablamos del canto de sirena de la “minería verde” que augura el uso de energías renovables y nos pinta un próspero futuro en el que podremos acumular riquezas digitales sin impacto en el planeta. En varios lugares del mundo, entusiastas de las criptomonedas ya intentan ofrecer esta minería “sustentable”. Ante quienes los critican porque esta energía podría utilizarse para impulsar la transición energética, retrucan con la supuesta “capacidad estabilizadora” de la minería ante las fluctuaciones de las energías renovables: se usará para minar la energía que sobre, y cuando haya escasez del recurso, se limitará el minado.

Muy tranquilizador, a menos que nos preguntemos qué tan realista es esta promesa en medio de una carrera por tener los equipos más potentes y más rápidos. ¿Es razonable suponer que alguien pondrá sus ambiciones económicas de lado por el planeta cuando la lógica que rige es la de la acumulación como principal objetivo? ¿Puede la “minería verde” a base de energías menos eficientes y fluctuantes prosperar frente a la competencia de los recursos no renovables si el fin último es maximizar la ganancia económica?

Finalmente, aún si fuese eficiente la “minería verde”, no es la fuente de la energía la única preocupación. Como decíamos antes, la competencia creciente y la complejización de los algoritmos significa que hay que adquirir procesadores más potentes todo el tiempo. Por eso ya se venden “mineros” específicos para esto: piezas de hardware que no tienen otro fin que el de minar criptomonedas y al ser tan específicos, no pueden ser reutilizados como sí se podría con los procesadores previos, que eran los mismos que usamos en nuestras computadoras de todos los días. A la velocidad en que se produce la “carrera armamentística” del minado, estos potentes equipos pronto se agregarán a la pila de chatarra electrónica obsoleta. Ya a fines de 2021 se calculaba que sólo Bitcoin producía 37.000 toneladas de residuos electrónicos por año, y ese número probablemente no hará más que aumentar. También promete empeorar la escasez global de chips que ya puso en jaque no sólo a parte de la industria electrónica a  la emisión de documentación y pasaportes biométricos.

 

Gran parte de la basura electrónica termina en vertederos de países pobres. Fuente: AlbertonRecord

El cielo es el límite… o no

Hay otra razón por la que se denuncia a las criptodivisas en general con una estafa: su funcionamiento es complicado, mucho más que el del dinero fiat (que ya tiene sus vericuetos) y pocos entienden hasta lo más básico de cómo funciona... y sus limitaciones. Cuando la tecnología oscurece las posibles consecuencias negativas de un sistema, es más fácil vender espejitos de colores.

Uno de los aspectos importantes es que no sólo el minado es cada vez más difícil por un tema de competencia, sino también porque (lejos de lo que prometen las granjas cuando buscan inversores) la cantidad de unidades es finita, y para que el sistema no colapse, generar nuevas unidades debe requerir cada vez más esfuerzo a medida que nos acercamos al número máximo. Para tomar un ejemplo: existe ya una cantidad tope establecida de Bitcoin que puede haber en circulación. El límite es de 21 millones de unidades, y el día que se llegue a ese número, ya no se podrá minar más: sólo quedarán las comisiones por validar cada transacción. La pregunta es si ese incentivo por la validación será suficiente para mantener el sistema andando. Lo más probable es que se reduzca aún más la cantidad de actores que pueden participar de ese sistema, y a menos que se logre bajar drásticamente el costo energético, incluso esto dejará de ser redituable y la moneda colapsará. Lejos de ser un problema exclusivo de Bitcoin, esta es una medida antiinflacionaria que afectará tarde o temprano a cualquier criptomoneda.

 

¿Un esquema Ponzi?

Desde el punto de vista económico, entonces, minar es cada vez más caro, ya sea por la constante sofisticación de los dispositivos como por la cantidad que se requieren para que el negocio sea rentable. Y a medida que siga aumentando el “costo” del minado, el margen de ganancia será cada vez menor, excepto para las “granjas” más grandes: cada vez menos actores manejarán una porción mayor del mercado (por lo tanto, ya no “descentralizado”) de criptodivisas. Esto, además de ser injusto, significa que unos pocos actores podrán manejar las transacciones más fácilmente, disminuyendo lo que en la teoría las hace tan seguras.

Todo esto es, combinado, lo que hace que muchos consideren a las criptomonedas una especie de esquema piramidal, tal vez no tan simple como los que involucran dinero físico, pero en el que unos pocos se llevarán porciones grandes de la torta y muchos más entrarán para perderlo todo. Por un lado, por las violentas fluctuaciones que pueden derribar el precio de la moneda en una noche, como pasó con LUNA, supuestamente una moneda estable y atada al dólar, que perdió 99% de su valor en horas. Resultó que su paridad con respecto a la moneda estadounidense no estaba tan garantizada como aseguraban los entusiastas. Muchos perdieron todos sus ahorros y los administradores de las comunidades asociadas a esta moneda dejaron como mensaje destacado el teléfono de atención al suicida. 

El valor de Bitcoin frente al dólar en 2022.

Menor fue la caída de Bitcoin en las últimas semanas, pero aún así algunos de los que apostaron a la divisa se encuentran en problemas, incluyendo a varias compañías y por supuesto a la economía de El Salvador.

La reacción de buena parte de la comunidad fue la de redoblar la apuesta, aguantar hasta que pase la tormenta y prometer (y prometerse) un futuro venturoso. Por un lado es lógico en términos racionales de especulación (si todos entran en pánico y venden, la divisa cae aún más), pero por otra parte tal vez indica algo más profundo.

 

Cripto-bros

Si hay algo que salta a la vista en el mundo cripto es el espíritu de comunidad de sus participantes. A pesar de comulgar generalmente con principios individualistas en lo económico y lo social, muchos no dudan en proponer actitudes altruistas y salvatajes dentro de su propia comunidad, como cuenta esta nota de Sole Zeta. Tal vez sea esa pertenencia la que viene a reemplazar otros lazos sociales rotos en esta época de turbulencias, precariedad de todo tipo y futuros inciertos. En ese contexto los fanáticos de las cripto forman un grupo con códigos compartidos, un lenguaje propio desde afuera incomprensible y una seguridad en un futuro próspero que resulta atractiva para muchos. Será esta esperanza, el espíritu de hermandad, el FOMO o "miedo a quedarse afuera" o un poco de todo, pero funciona. Este fenómeno de captación masiva de entusiastas que rápidamente se empapan del vocabulario y los valores de las comunidades, sumado a su composición casi exclusivamente masculina, les ha valido el mote muchas veces peyorativo de "cripto-bros"

El presidente de El Salvador fue "el primer presidente con ojos láser", un código de los fans de las cripoto.. Fuente: Twitter @nayibbukele

Por desgracia el espíritu de comunidad puede tomar formas más hostiles. Los fanáticos de las cripto son también conocidos por coordinar ataques contra cualquiera que critique a sus divisas favoritas o al sistema en sí. Basta con escribir "crypto" o "Bitcoin" en las redes para recibir respuestas o retweets automáticos que desencadenan una cadena de interacciones. Dependiendo del contenido del mensaje original serán positivas o negativas, y cuando decimos "negativas" puede significar el ataque y acoso coordinado por parte de cientos de usuarios. Así se amplifican las voces de quienes defienden el sistema y se intenta acallar los comentarios negativos. Efectivamente, muchos críticos del sistema terminan temporal o permanentemente restringiendo su visibilidad, algo que los salva del hostigamiento pero también impide que los cuestionamientos a las criptodivisas circulen libremente.

 

¿Cripto-revolución?

Las criptodivisas han captado la atención de todos por sus grandes promesas de ganancia fácil y por la fe ciega de muchos en que el dinero digital podrá librarnos del negro futuro que vemos adelante en medio de crisis económicas y de confianza en las instituciones. Pero lejos de ser la “revolución” que pretenden vendernos, este mercado sólo sigue poniendo a nuestro planeta en peligro mientras a la vez amplifica las desigualdades económicas preexistentes. Mientras no se cuestione la lógica de acumulación a toda costa, no hay promesa que valga. Ese puede ser el principio de una verdadera revolución, pero no será una que nos vendan en la tele.

 

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Agradecemos a Echo por sus aportes para esta nota, en este link podés escucharlo hablando sobre criptomonedas en La Tribu.



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