La actual catástrofe en el Amazonas fue cubierta por tantos medios que sería repetitivo describir la situación. Nuestra intención, en cambio, es aprovecharla para reflexionar.
Foto: Andre Deak (Flickr)
Al analizar las repercusiones de esta catástrofe bastan unos pocos clicks para enterarnos de que medios y autoridades políticas (como el presidente de Francia) han estado perpetuando un mito: la selva amazónica no es el "pulmón del mundo". Muchos expertos han salido a aclarar, por empezar, que los pulmones no producen oxígeno sino que lo consumen y, más importante aún, que los seres vivos que aportan la mayor cantidad de oxígeno a la atmósfera no se encuentran en la selva.
Mientras que los bosques tropicales vuelven a consumir casi la totalidad del oxígeno que producen, los microorganismos del plancton marino producen un excedente superior al aportado por los biomas terrestres.
Cabe entonces la primera conclusión: Sin dejar de preocuparnos por lo que está ocurriendo en el continente, debemos preguntarnos también por el estado de este ecosistema. ¿Cuán afectado está el plancton por la contaminación que los humanos introducimos?
Un segundo aspecto a señalar es lo erróneo de pensar que el único aporte de la selva amazónica es la producción de oxígeno cuando este ecosistema juega un importante papel en otros procesos naturales. El amazonas es un sumidero de carbono porque las plantas atrapan dióxido de carbono del aire y lo emplean en construir sus cuerpos, haciendo que no circule en atmósfera; es un regulador del clima cuya ausencia cambiaría el régimen de lluvias y vientos y con ello el resto de los ecosistemas de la región; mantiene un delicado balance de composición y nutrientes en el suelo; es integral en el ciclo del agua y por lo tanto un gran contribuyente a evitar el aumento de la temperatura promedio del planeta; es un importantísimo reservorio de biodiversidad, al día de hoy se siguen descubriendo especies que, más allá de su valor inherente, podrían tener alguna utilidad que nos perderemos de conocer en caso de que se extingan antes de ser descubiertas; y finalmente, la región es habitada por millones de personas, muchas pertenecientes a pueblos originarios, que ante los incendios se ven obligadas a desplazarse hacia centros urbanos. Esa migración conlleva una fusión con la cultura que los recibe lo cual significa que además de perder biodiversidad, se está perdiendo diversidad cultural.
Por lo tanto la pérdida de este ecosistema es no solamente una desgracia para los seres vivos que lo habitan, sino también una gran catástrofe si la vemos desde una perspectiva utilitarista.
Y esto nos lleva a la reflexión final: Cualquier cambio significativo de este ecosistema tendrá un impacto que superará las fronteras políticas de los países que abarca. Ya hemos visto como el humo de los incendios llegó a varios países del continente.
La humanidad tiene entonces un gran desafío por delante: ¿cómo se concilia la necesidad de conservación de estos ecosistemas con la soberanía de las naciones donde se ubican? Se ha dicho que estos incendios son producto de la pérdida de control de quemas realizadas por agricultores para abrir terreno para producción. Según algunas opiniones, estas quemas son inevitables porque su regulación significaría limitar a los productores agropecuarios en su medio de vida. ¿Un estado nacional debe hacerse cargo de los efectos que la explotación de sus recursos naturales (controlada o no) tiene sobre el resto del planeta?
A esto se suma también la acusación de colonialismo surgida del presidente Bolsonaro, entre otros. Estados Unidos y varios países europeos han manifestado fuertes condenas a la situación, mientras que no se responsabilizan por el impacto ambiental de empresas con capitales de sus naciones cuando éstas operan fuera de su territorio donde las regulaciones son estrictas. Un ejemplo de esto son los residuos electrónicos. El procesamiento de los desechos de productos tecnológicos consumidos en gran medida en países del primer mundo se realiza principalmente en países con regulaciones laxas y grandes niveles de pobreza (y por lo tanto mano de obra barata), dejando a los países consumidores libres de exponer a su población y a sus ecosistemas a la contaminación que estos residuos producen.
¿Es justa la acusación de Bolsonaro? ¿Puede Brasil correr libremente y a fuerza de fuego su frontera agrícola sólo porque los países europeos derivan hacia el tercer mundo los aspectos más contaminantes de sus economías? Se trata de una falsa dicotomía. Brasil no debería ignorar su impacto pero Europa tampoco tiene las manos limpias.
De la misma forma que durante el siglo XX la tecnología facilitó nuestro traslado y comunicaciones con todo el globo derribando fronteras, los grandes avances que ha dado la ciencia en nuestro conocimiento de la dinámica atmosférica, oceánica y de los seres vivos ponen en jaque nuestros actuales conceptos de territorio y país. La ecología, la oceanografía y la meteorología refuerzan la idea de que somos en realidad un delicado ecosistema global y que no es posible que ninguna nación se mantenga aislada, por lo menos en lo que a medio ambiente se refiere.
Para cerrar de manera optimista queremos manifestar nuestra esperanza de que los incendios se conviertan al menos en el empujón que el mundo necesita para tomar conciencia de la importancia de conservar estos ecosistemas.