Algunas huellas es mejor no dejarlas

Por M. Alejandra Petino Zappala

Publicado el 7 Dic. 2020 19:44

Tiempo de lectura: 4 minutos.

Como respuesta a la nota del diario LA NACION titulada "El arte de plantar árboles para dejar una huella en la Tierra" en esta nota queremos contarte por qué algunas huellas es mejor no dejarlas.


El 5 de Diciembre el diario La Nación nos sorprendió con una nota bastante inusual en su sección "Campo". El título: "El arte de plantar árboles para dejar una huella en la Tierra". En esta nota se recuperan fragmentos de un libro de 1947, cuyo autor Hugo Wendorff describe cómo plantó unos cien mil árboles en pastizales de la Provincia de Buenos Aires

Mediante extractos del libro se narra la experiencia de Wendorff en "el arte de plantar" para cambiar el “rocoso” paisaje de los pastizales bonaerenses, haciendo hincapié sobre las "infinitas ventajas directas e indirectas" de esta práctica. A lo que sigue una lista de especies recomendadas entre las que encontramos una serie de árboles provenientes de Europa, Asia u Oceanía, incluyendo robles, pinos o eucaliptos.

Lo que Wendorff escribió en aquél libro, publicado hace ya más de 70 años, debería hoy ser sometido a una lectura crítica que no ejerció, evidentemente, el autor de la nota. En este texto se reflejan ideas que han sido, y siguen siendo, la causa de daños incalculables a nuestros ecosistemas. 

Algunas de las especies propuestas por Wendorff resultan tremendamente perturbadoras al ser introducidas en un nuevo ambiente, generando grandes cambios en las condiciones del suelo, como sucede por ejemplo con los pinos y los eucaliptos, que pueden así alterar los ecosistemas de las sierras bonaerenses. Esto no sólo no se problematiza en la nota, sino que se reproduce una concepción de los pastizales como espacio "vacío", carente de algo que debe ser introducido por la mano humana, para perfeccionarlos "a gusto del consumidor", en este caso en la búsqueda de recrear algún anhelado bosque europeo. También se relata en la nota (de forma positiva) la modificación del régimen hídrico de la zona al plantar nuevas especies, sin ningún tipo de reflexión crítica acerca de cómo esto puede afectar a la flora y fauna nativa y al ambiente en general.

Pastizal bonaerense. Foto: Francisco González Taboas.

Es importante resaltar este tipo de ideas porque, contrariamente a lo que parece, no es únicamente el espíritu destructivo el que pone en peligro nuestros ecosistemas. Como dice el refrán, el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.

Este año a los incendios incontrolables en buena parte del país le siguieron iniciativas bien intencionadas, pero que podrían dar lugar a resultados desastrosos, como las "bombas de semillas" que se popularizaron en redes sociales. Varios usuarios propusieron inocular las zonas quemadas con mezclas de todo tipo de semillas ("lo que tengas en tu casa") para ayudar a la reforestación. Y sin embargo, nada peor para un ecosistema que la introducción de toda clase de nuevas especies que poco tienen que ver con su conformación original. 

Incluso está por realizarse en Córdoba, por iniciativa oficial, un plan de reforestación con árboles, cuando gran parte de los ambientes que se quemaron eran pastizales. Los especialistas, además, advierten en contra de este tipo de intervenciones inmediatas sobre los terrenos quemados y argumentan a favor de un acercamiento menos directo, con más tiempo de observación y de comprensión de las dinámicas naturales de cada ambiente. No siempre intervenir es la mejor opción, pero en caso de que sea necesario, estas acciones deben ser planificadas entre las instituciones administradoras de recursos naturales, los especialistas en el área y las comunidades locales.

Invasión de pinos en Sierra de la Ventana. Foto: Gabriela Brancatelli (@pastizalnativo).

Un problema similar es el de la liberación de mascotas, en muchos casos también con el más noble de los propósitos en mente. Es común que las personas compren especies exóticas sin saber sus orígenes y luego, al descubrir que no son realmente animales domésticos, las dejen libres, llevando en algunos casos al mismo resultado mencionado antes. Basta recordar el caso de las ardillas de vientre rojo, originarias de Asia, liberadas en Luján en 1970 que se han expandido a localidades cercanas de forma preocupante

Resulta curioso que el mismo medio que advirtió sobre el peligro de intentar "embellecer" nuestros ambientes con la introducción de especies exóticas (en este caso la ardilla) sea también la fuente de la nota que llama a poblar los aparentemente desérticos pastizales con pinos, robles y eucaliptos.

La mejor forma de proteger nuestros ambientes es aprender sobre ellos para poder apreciarlos por lo que son. Al hablar de conservación estamos acostumbrados a pensar inmediatamente en la importancia de los bosques y selvas, pero dejamos de lado a otros ambientes que consideramos no tan relevantes, o tal vez mero espacio vacío a ser llenado por la mano del hombre. Aprender sobre nuestros pastizales, humedales, estepas, sus paisajes y las especies que albergan es un primer paso para aprender a valorarlos, y entender que algunas huellas es mejor no dejarlas.



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