Alan Turing, el padre de la computación

Por Daniel Grimaldi

Publicado el 23 Junio 2020 09:35

Tiempo de lectura: 4 minutos.

Hoy, en el aniversario de su nacimiento, recordamos a Alan Turing, el padre de la computación. Su trabajo impacta en nuestras vidas desde hace tiempo, pero aún hoy su vida y sus ideas siguen generando revoluciones, como la inteligencia artificial y su convicción contra la homofobia.


Alan Turing nació en Londres un día como hoy pero de 1912. Considerado un niño prodigio por sus padres y docentes, hoy podemos afirmar a todas luces que en ese sentido no defraudó a nadie. Los beneficios de pertenecer a una familia de clase media acomodada le permitieron acceder a una buena formación que supo aprovechar al máximo. Ya de chico demostraba su interés por la matemática y las ciencias en general, realizando experimentos, leyendo los trabajos de Einstein y resolviendo problemas matemáticos complejos.

Su época universitaria no fue la excepción. Pero esta vez se dedicó a resolver problemas un tanto más profundos. Luego de formarse como matemático, se especializó en Computabilidad, un área que comenzó a tomar importancia hacía unas décadas luego de que David Hilbert diera su mítico discurso y presentara sus 23 problemas (en agosto se cumplen 120 años y en esparCiencia te contaremos más en detalle este evento). Su primer gran trabajo científico, de 1936, se trató de una “máquina universal” teórica capaz de realizar cualquier tipo de cálculo que se pudiera describir como una “receta”, los llamados algoritmos. En este máquina, los ingredientes, el procedimiento y los resultados son codificados en tiras de unos y ceros ordenados en una cinta, mientras que una cabeza lectora/escritora los lee y actúa según unas reglas muy sencillas que pueden implicar mover o no la cinta y modificar o no la cifra que tiene enfrente.

Ejemplo de Modelo Teórico de la Máquina Universal de Turing..

Aunque hoy conocemos la potencialidad de esta máquina de Turing en los lenguajes de programación actuales, esta idea no era más que un artilugio para resolver un problema teórico llamado “Problema de Decisión”, que trata sobre algo que seguro nos hemos preguntado alguna vez: “¿Por qué mi máquina no se da cuenta que el programa que estoy usando se colgó? ¿No puede detectarlo por sí sola?”. Vale aclarar que en este caso no cuenta usar el “cerrado forzoso” una vez pasado cierto tiempo, porque tal vez lo que está pasando es que está realizando un procedimiento demasiado largo, pero que si le damos el tiempo suficiente podrá terminar. Es decir que la máquina sólo puede cortar el procedimiento si tiene la certeza de que nunca llegará a un resultado. Evidentemente, si la respuesta fuera que sí puede, la computación hoy sería totalmente distinta. En particular, no aparecerían los carteles de “este programa está tardando mucho en cargarse, ¿quieres que lo cierre?”. Así que nuestra experiencia nos muestra lo que Turing demostró sólo con teoría: es imposible que una máquina detecte cuándo un programa se cuelga.

Ante esta situación necesitamos un “ente superior” que pueda determinar cuándo un programa se cuelga. Puede que así haya surgido la siguiente gran idea de Turing que le valió su doctorado en 1938: agregarle a su máquina universal un oráculo, una “caja negra” que sepa la respuesta específica a esta pregunta, aunque no sepamos cómo lo hace. Después de todo, también había otras preguntas que no se podían resolver, pero al menos así se obtenía una manera para empezar a clasificarlas y vincularlas.

Las investigaciones de Turing se vieron interrumpidas en 1939 por la Segunda Guerra Mundial, ya que fue convocado a trabajar para decodificar los mensajes que los alemanes codificaban a través de la máquina Enigma. Junto a sus colegas diseñó y desarrolló un dispositivo electromecánico especializado en descifrar el código que usaban las fuerzas alemanas, llamado “Bombe” por ser considerada una “Bomba criptológica”.

Al finalizar la guerra continuó trabajando con el desarrollo de las primeras computadoras, pero también pensó en situaciones más allá de lo que pasaba a su alrededor. En 1950 escribió un trabajo científico sobre “La maquinaria computacional y la inteligencia”, sentando las bases para empezar a hablar de lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial (algo hablamos de ella tiempo atrás, en esta nota). De su trabajo se destaca la simpleza de un procedimiento para determinar si una computadora es inteligente o no, ya que hasta el día de hoy no tenemos una definición precisa de lo que es la inteligencia. El procedimiento se trata de que un humano interrogue a una máquina capaz de imitarnos y ver si el humano es capaz de darse cuenta si está interactuando con una máquina o si es engañado. Si no puede diferenciarlos, se dice que la máquina habrá pasado el Test de Turing.

Su último gran trabajo, “La base química de la morfogénesis” se publicó en 1952. La morfogénesis es el proceso biológico por el cual los organismos vivos desarrollan su forma. Turing describió de forma teórica de qué manera algunos patrones matemáticos surgían en la Naturaleza. Pero el principal valor de su trabajo es el de ser modelo para desarrollar la biología matemática, un área interdisciplinaria entre ambas ciencias.

Durante ese mismo año, Turing fue condenado por Conducta Indecente debido a que declaró estar teniendo relaciones homosexuales. Lo sentenciaron a prisión, pero le ofrecieron la opción de libertad condicional con la condición de que realizara un tratamiento hormonal para eliminar su deseo sexual. La vida de Alan Turing tuvo un abrupto final el 7 de junio de 1954, cuando se lo encontró envenenado con cianuro, suponiendo un suicido debido a la situación personal que estaba viviendo. Pero su historia no termina ahí. Casi 50 años más tarde, el 24 de diciembre de 2013, La Reina Isabel II lo exoneró de toda culpa. Además, sus ideas viven y vivirán en cada máquina de cómputo que exista, incluyendo la que estás usando en este momento.



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