Una silueta bienvenida

Por Javier Peroni

Publicado el 19 Dic. 2020 15:31

Tiempo de lectura: 5 minutos.

Hoy nos toca conocer el testimonio de Javier Peroni, Doctor en Ciencias Geológicas, quien estuvo a bordo de ambos navíos.


Realicé mi doctorado en Tierra del Fuego, utilizando técnicas geofísicas para la descripción de ciertos rasgos geológicos del área. Entre las campañas que realicé para mi tesis, participé en la Campaña Antártica de Verano del 2007 en la Base Primavera, en la Caleta Cierva de la Península Antártica. Para acceder a esa base, viajamos desde Río Gallegos hacia la Base Marambio, en un Hércules de la Armada. Una vez llegados a la base, nos trasladaron al Rompehielos Almirante Irizar vía helicóptero. 

La estadía en el rompehielos fue de más de una semana, en la cual fueron bajando varios de los científicos  que iban a las distintas bases que quedaban de camino. No realizamos ningún tipo de investigación durante esa travesía, por lo que fue poca la interacción que tuvimos dentro del buque. 

La vuelta de la campaña antártica se realizó desde la base Marambio hasta el Aeropuerto del Palomar también en un avión Hércules. El Irizar nos dejó en la base, luego de dos semanas de navegación, juntando científicos y militares que volvían al continente, algunos de los cuales habían pasado un año entero en la Antártida. Fue muy emocionante ver a los familiares esperando encontrarse con sus seres queridos que hacía un año que no veían. 

Una vez que llegué a casa, y mirando la tele para ver si salía la promoción de un canal de cable de documentales que prometía un viaje en el Irizar (a la ida habíamos compartido el viaje con el equipo de filmación de la promo), me enteré del accidente. Obviamente me provocó tristeza la noticia, porque si bien no trabajamos en el rompehielos, fue nuestra casa por varias semanas. Recuerdo que al acercarse a los últimos días de la campaña antártica, cuando uno empieza a prepararse para la vuelta, lograr identificar en el horizonte la silueta del Irizar era algo que te llenaba de emoción.

Al finales del año siguiente, participé en otra campaña, pero esta vez patrocinada por la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA) a bordo del buque oceanográfico ARA Puerto Deseado. Zarpamos a finales de Diciembre de 2008 desde el puerto de Mar del Plata con rumbo hacia las Islas Orcadas, por lo que nos tocó celebrar ambas fiestas en el buque. Toda una experiencia. Los científicos comíamos con los oficiales, en la Cámara de Oficiales. Pero al momento del brindis, y luego de saludar a los oficiales, bajamos a saludar a los suboficiales, que eran con las personas con las que trabajamos día a día. 

Nos tocó celebrar ambas fiestas en el buque. Toda una experiencia.

La meta de esa campaña era el relevamiento del lecho marino y su subsuelo, para determinar la zona de transición entre la corteza continental y la oceánica, uno de los puntos clave para extender los nuevos límites de la plataforma continental.

Con este objetivo, una de las actividades que realizamos en el trayecto fue un relevamiento acústico. Para ello un equipo compresor almacena aire casi 200 veces la presión atmosférica, para luego liberarlo en forma controlada y generar así una serie de burbujas que provocan ondas sonoras en el agua. La interacción de estas ondas con el lecho marino (cuanto y como se reflejan o se absorben) permite obtener información sobre los estratos sedimentarios marinos. El registro de esa interacción se realiza mediante una serie de hidrófonos, todos contenidos en una especie de manguera de unos 100 metros de largo que el buque arrastra mientras navega.

La otra tarea realizada fue el uso del magnetómetro marino. Este equipo detecta las variaciones del campo magnético de la Tierra, debido a las diferencias composicionales entre la corteza de origen continental y la oceánica. Para realizar este relevamiento el equipo debía ser alejado unos 200 metros del buque, porque su estructura de hierro, motores e instalación eléctrica alterarían los registros.

La tercera tarea realizada fue la toma de muestras de roca, en las laderas de los montes submarinos ubicados en la cercanía de las islas Orcadas. El primer paso para esto es conocer en detalle el relieve del fondo, para identificar los sitios de muestreo, labor a cargo de los suboficiales encargados de la batimetría. El área de batimetría se encuentra también en el sector central del buque, por lo que se sienten notablemente menos los movimientos del barco, siendo algo bastante interesante en especial para los días de viento y oleaje.

Una vez realizado el relevamiento, se sumergía una caja metálica (draga) con una red, para que esta sea arrastrada por el fondo marino. Como en esa ocasión, el equipo que mide la tensión del cable (algo muy necesario para saber cuándo la caja tocaba el fondo marino) no funcionaba, no nos quedó otra opción que hacer cálculos de cuántos metros de cable se tenían que soltar y durante cuánto tiempo. Todo a ciegas pues no teníamos forma de saber si había llegado bien al fondo o no. Debido a las dificultades del método, el primer intento de la draga resultó en la destrucción de la misma (algo bastante común pues es sabido que aún con todos los recaudos la técnica tiene sus riesgos).

Base Primavera desde la puerta de carga del helicóptero Sea King, al fondo se divisa el rompehielos..

Al visitar la Base Orcadas, los técnicos de la base y el personal militar nos fabricaron una draga mucho más robusta, con un diseño que les indicamos. Los resultados de los siguientes dragados fueron exitosos, tomando numerosas muestras de roca a más de 3000 metros de profundidad, las cuales indicaban que esos montes submarinos eran de origen continental y no oceánico. 

Luego de la destrucción de la draga durante un muestreo, el personal de la base Orcadas nos construyó una mucho más robusta, con la que pudimos seguir trabajando.

Como dato extra, el buque oceanográfico además tenía equipos que registraban temperatura y salinidad del agua las 24 horas en un registro continuo.  

Finalmente retornamos a Ushuaia en febrero de 2009.

Luego tuve otra participación en el Buque Oceanográfico ARA-Conicet Puerto Deseado, en la búsqueda del submarino ARA San Juan, también usando el equipo de magnetometría.

Como buque oceanográfico, puedo decir que está bien diseñado. Tiene numerosos sectores para la instalación de equipos científicos y desde el punto de vista habitacional, posee buenos camarotes, por lo menos para el sector de los científicos, que es donde estábamos y llegué a conocer. En la segunda campaña noté que habían sido mejor calefaccionados (dato no menor porque en las navegaciones antárticas se sentía bastante el frío). Esta embarcación  tiende a moverse más que otras por lo que suele provocar más mareos de lo normal, haciendo que los primeros días de navegación sean difíciles, en especial en tormenta. Suelen ser movimientos erráticos por lo que cuesta predecirlos, al punto que los camarotes de proa, donde estuve en ambas ocasiones, tienen una especie de cinturón de seguridad. Y pude comprobar que vale la pena atarse para dormir porque me desperté en más de una ocasión con la “agradable” sensación de que había salido volando de la cama.

Pero pasado esos días, y ya acostumbrados a los mareos, fue un placer trabajar con la gente de la Armada en ese buque y solo tengo buenos recuerdos. 

 

Imágenes gentileza Javier Peroni

Texto compilado y editado por Ana Carolina Zelzman

Imagen encabezado: Popa del ARA Puerto Deseado con el magnetómetro marino esperando para ser utilizado.



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