Una nave de tierras vikingas

Por Ana Vrba

Publicado el 20 Dic. 2020 14:18

Tiempo de lectura: 3 minutos.

Finalmente cerramos nuestro homenaje a estos dos venerables buques con las palabras de Ana Vrba, Doctora en Ciencias Geológicas, que estuvo a bordo del ARA Irízar en varias ocasiones.


Estuve a bordo en varias Campañas Antárticas de Verano -entre mediados de los ´80 y mediados de los ´90- en calidad de pasajera. Se podía ir o volver en el Irizar, o aún en el siniestrado Bahía Paraíso y/o ir o volver en los Hércules C130. Si bien había un plan general, éste podía cambiar durante la marcha de la campaña por múltiples motivos. 

Llegar a las bases le pone uno 6 ó 7 días de navegación partiendo del puerto de Buenos Aires. También se partía desde Ushuaia, donde tardaba dos días en cargar todo el combustible necesario para la campaña, incluido el que dejaba en las bases como abastecimiento. Con el paso de las horas se veía como ascendía la línea de flotación hasta que la planchada (la plataforma que une la embarcación con el muelle o embarcadero), que antes, con las bodegas vacías había sido una escalera, quedaba al nivel de la calle. 

En ese tiempo ocioso colaboraba en lo que pudiera con amigos biólogos -aunque sea cebándoles mate- que preparaban redes de plancton y botellas, para luego, ya en navegación, tomar muestras.  Los geólogos Íbamos a las islas Shetland o a hacer campamento en el llamado grupo de islas James Ross, (donde queda la Base Marambio). Las carpas y la mayor parte de los abastecimientos y equipos pesados venían por barco. 

Solo en una de las últimas campañas estuve a bordo unos dos meses, cuando junto con dos biólogos del Instituto Antártico Argentino inspeccionamos las condiciones de las bases argentinas para ajustarlas al Protocolo de Madrid (un Anexo de carácter ambiental al Tratado Antártico). 

En la Antártida los helicópteros son indispensables. Son la manera segura y común de llegar desde el barco a las bases y permiten muy útiles relevamientos y fotografía aérea. (Cuando el Irízar se quedó entrampado en el hielo, en un rescate creo, los helicópteros salían a buscar el hielo más fino para señalarle el camino). En esa época el Irizar contaba con los Super Puma con tripulación de Ejército y también alguna vez con los Sea King con tripulación de la Armada. 

Pero Antártida, además de un fascinante trabajo, es aventura. El cruce del Drake siempre es problemático. Es inevitable quedar atrapado en una tormenta a la entrada o a la salida. Una vez, nos tomó en el medio. Durante las tormentas se pone proa al viento (el chiste cotidiano era que íbamos a llegar a Australia) y era tan fuerte que aún con las máquinas a toda fuerza íbamos a dos nudos negativos. La idea de esa maniobra es "montar" las olas, que se habían tornado enormes y negras como la tinta china. En ese momento entendí el origen de todas las leyendas de marinos, incluida la del Kraken…  inesperadamente, se levantó una inmensa ola de través. Esas son peligrosas, son la que producen la "vuelta de campana" (todavía teníamos frescas las imágenes de aquella famosa película "La Aventura de Poseidón"). Como pasajera, yo dormía en la enfermería, en las cubiertas inferiores. Los que ahí estábamos nos caímos para una banda -que ahora era casi el piso-. Todos mezclados junto con bolsos y cualquier objeto que hubiera estado suelto. Salieron volando como munición las botellas que estaban en las heladeras de la cocina, y se rompió cualquier vajilla en uso, aun la que estaba en los estantes marineros. Se cortó la luz y se hizo un silencio absoluto… todos esperábamos… Deben haber sido solo un par de minutos, pero para mí fueron varios eones… oíamos crujir toda la estructura… y en un luminoso momento, como un gran mamut mareado, toda la noble nave rechinando, como gimiendo… empezó a moverse lentamente hacia la otra banda. Volvimos a caernos en dirección opuesta, todos confusos pero felices. ¡Gracias noble Dama!! ¡Seguimos navegando!! Osciló varias veces hasta que alcanzó la correcta verticalidad, pero el clinómetro (instrumento que mide el ángulo del barco respecto a la vertical) estaba clavado en el límite. Eso significaba que habíamos superado, aunque no supimos por cuanto, el ángulo de peligro. Pero la digna estructura volvió a su centro de equilibrio y nos llevó a todos a buen destino. No en vano fue construida en una región del mundo donde aún suenan las canciones vikingas…      

 

Imágenes Gentileza Federico Claus

Texto compilado y editado por Ana Carolina Zelzman



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