Hoy cumple 92 años Richard Lewontin, biólogo genetista, matemático, militante, escritor y comunicador científico: toda una vida dedicada a crear una ciencia para el pueblo.
El día de hoy cumple 92 años Richard Lewontin, biólogo genetista, matemático, escritor y comunicador de la ciencia. Lleva toda una vida dedicada a la militancia por los derechos de grupos olvidados y a la divulgación científica, a la que entiende como una forma de democratizar la ciencia. Pero esta democratización no se trata de “bajar” conocimientos a un público lego, sino que ha sido un llamado constante a hacer una ciencia para el pueblo, a involucrar a las personas en la toma de decisiones, la construcción del conocimiento y el desarrollo de políticas científicas.
Nacido en Nueva York, se graduó como biólogo en 1951 en Harvard, a lo que le siguió un master en estadística y un doctorado en zoología en Columbia. En estos años trabajó en genética de poblaciones siendo una de las primeras personas en usar simulaciones por computadora en el campo. También logró demostrar, trabajando con la mosca Drosophila pseudoobscura, que la variabilidad genética en poblaciones naturales es mucho mayor que la que se creía previamente, un descubrimiento con gran impacto en las ideas sobre mecanismos evolutivos y que formaría la base de sus siguientes trabajos sobre la diversidad genética en humanos.
Tal vez uno de sus trabajos más interesantes a la hora de modificar nuestra idea de la evolución haya sido el publicado en 1979 junto a Stephen Jay Gould, conocido como “Las enjutas de San Marcos”, en el que a través de una analogía con la estructura de una catedral critican el “paradigma panglossiano”, es decir la idea de que toda característica de los seres vivos es producto de la selección natural y ha surgido por conferir alguna ventaja. Como explican los autores, las enjutas (el espacio entre dos arcos de una construcción), que por sus hermosas ornamentaciones parecen tener un fin en sí mismo, son simplemente un subproducto, un espacio delimitado por el uso de arcos y columnas, luego aprovechado para incluir complicados diseños y embellecer la obra. Algo parecido, argumentan los autores, sucede con algunos rasgos en los organismos vivos, que surgen simplemente como subproducto de otros cambios y luego terminan teniendo alguna “utilidad”. El problema es que siempre podemos inventarnos una historia en que esa característica haya sido seleccionada originalmente porque cumplía esa función. Por ejemplo, podríamos decir que la nariz cumple la función adaptativa de sostener nuestros anteojos (un ejemplo un tanto ridículo, por supuesto). Este interesante trabajo dio, y sigue dando, mucho que hablar entre los biólogos evolutivos.
Pese a que trabajos científicos “clásicos” le han dado un lugar destacado en la academia, es su perfil de divulgador el que le ha valido gran parte de su fama. A lo largo de su carrera “Dick” Lewontin escribió artículos y libros y dio conferencias sobre temas increíblemente variados, lo que en realidad es lo esperable de una persona que ha hecho de la defensa de la continuidad y la complejidad una forma de vida. Porque, argumenta, “la biología” es inseparable de “la cultura”, porque siempre hay un grado de arbitrariedad, aunque no seamos capaces de verlo, al hablar de “genes”, “individuos” o “sociedades”, porque vivimos creando categorías y delimitaciones que luego incorporamos como realidades; sobre esto, sus escritos y conferencias nos llaman la atención una y otra vez. Cuando leemos alguno de sus ensayos sobre cualquier tema (o conjunto de temas) podemos encontrarnos con un abanico de factores y un rechazo a lo estático, con nuestra realidad como una inmensa obra en construcción afectada por multitud de factores, incluyendo por supuesto nuestras propias acciones.
Esta forma de ver el mundo es claramente inseparable de su ideología marxista, al punto de haber escrito junto con su colega Richard Levins el libro “El biólogo dialéctico” con la propuesta de aplicar los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida. Juntos escribieron algunos de los más importantes manifiestos contra el determinismo y el reduccionismo, tratando de crear en los lectores (muchos de ellos con formación científica, ya que sus libros, aún si están dirigidos al público general, son una referencia ineludible para muchos académicos) una conciencia del uso del conocimiento científico como herramienta de opresión de los pueblos y de legitimación del status quo.
Por supuesto, su propuesta es de reapropiación de la ciencia para el pueblo y su tarea como divulgador ha sido “desarmar” el sentido común del determinismo biológico y llevar a los lectores una visión de la diversidad y complejidad de la naturaleza (incluyendo a la especie humana) que es difícil encontrar en otros autores, sin caer en el “oscurantismo” del rechazo a la ciencia o la idea de que nada puede explicarse.
Nunca es un mejor momento para comprender la importancia de los textos de Lewontin, con su tratamiento interdisciplinario de todos los temas, que en plena pandemia de coronavirus. Hoy en día podemos leer el ensayo “El retorno de viejas enfermedades y la aparición de nuevas patologías”, publicado originalmente en el libro Biology under the influence hace 14 años, y sentimos que nos habla de lo que está sucediendo. ¿Por qué hemos sido tomados por sorpresa por una pandemia? ¿Cómo incide la falta de trabajo interdisciplinario en que no hayamos podido ver un caldo de cultivo que estaba (sigue estando) frente a nuestros ojos? ¿Por qué la idea de “desarrollo” nos ha tendido una trampa? Estas y otras preguntas tan actuales buscan respuesta en sus textos, que lentamente van siendo traducidos al español en un esfuerzo para que más personas accedan a este autor imprescindible y todos pensemos en cómo hacer una ciencia que esté al servicio del pueblo.