Continuando con las historias de científicos a bordo hoy te traemos el relato de Paula Mariela Gonzalez, Licenciada en Cs. Biológicas y Doctora en Biofísica, quien estuvo a bordo del ARA Almirante Irízar.
Estuve a bordo del buque Almirante Irizar en diciembre de 2005. En él navegué unos ocho días, dado que había llegado a la Base Marambio en Hércules junto a un grupo de científicos que debíamos ser trasladados a las bases antárticas donde trabajaríamos en la campaña de verano 2006.
En mi caso personal, el punto de desembarco sería la para entonces Base Jubany (actual Base Carlini), donde pasaría unos tres meses trabajando en mi tesis doctoral. La experiencia en el barco quedará grabada en mi retina por siempre. Nunca había vivenciado algo igual y siempre había soñado con transitar por las aguas antárticas.
El cielo y el mar rodeado de témpanos, junto a las horas interminables de luz fueron la excusa perfecta para desvivirme sacando fotos e intentar registrar la maravilla de la naturaleza en todo su esplendor
Tuvimos una navegación calma que nos permitió llegar hasta zonas hacia el sur como la Base Matienzo. Particularmente recuerdo ese trayecto ya que durante el mismo enfrentamos un campo de hielo sobre el cual el barco se montaba y generaba una grieta por la proa para poder avanzar, y por la popa se podía observar el canal marino que se había abierto y por el cual el barco se había movido. Tal fue el tamaño de ese campo helado que en pocas horas el buque quedó atrapado allí por tres días, sin poder moverse ni hacia adelante ni hacia atrás. Esos días extras nos permitieron socializar con la tripulación, siempre muy amable, y con el resto de los colegas; incluso recuerdo que una tarde hicimos un karaoke.
Finalmente, luego de muchas maniobras logramos salir de allí para repartir a las dotaciones y abastecer las bases y campamentos. El cielo y el mar rodeado de témpanos, junto a las horas interminables de luz fueron la excusa perfecta para desvivirme sacando fotos e intentar registrar la maravilla de la naturaleza en todo su esplendor. Lo que se vive en los barcos, bases, campamentos y en la propia Antártida es algo que le recomiendo a todo científico que ame la naturaleza. Algo que nunca olvidarán
Texto compilado y editado por Ana Carolina Zelzman
Imagen gentileza de Paula Gonzalez