Einstein la llamó "la Marie Curie alemana", pero a diferencia de la polaca, Lise Meitner nunca fue debidamente reconocida por su trabajo. Hoy la recordamos a 52 años de su muerte.
El 27 de Octubre de 1968 moría Lise Meitner. Albert Einstein diría que era la Marie Curie alemana (aunque en realidad cuando nació Viena era parte del Imperio Austro-Húngaro); fuera de esta inexactitud, se puede entender el paralelismo. Al menos hasta cierto punto.
Como Curie, fue una pionera. De hecho, fue la segunda mujer en obtener un doctorado en Física en la Universidad de Viena. Para seguir con las similitudes, inmediatamente se volcó al estudio de la radiactividad y junto con Otto Hahn descubrió el Protactinio (podemos decir que Curie era un poco más "marketinera" a la hora de elegir nombres para los elementos). También era apasionada y arriesgada y no dudó en proponerle a Hahn la idea de bombardear Uranio con neutrones para obtener nuevas especies radiactivas.
Como habría pasado con Curie, polaca y rebelde contra el dominio ruso de su tierra, Lise tuvo que escapar de su patria. En este caso, por el avance del nazismo (de hecho, Marie también había sido víctima del antisemitismo, aunque no era realmente judía). A los 59 años, cuando Alemania anexó a Austria, Lise perdió su ciudadanía. Con la ayuda de varios colegas logró huir hacia Suecia, luego de varias idas y venidas dignas de una película. Desde allí siguió manteniendo correspondencia con Otto Hahn en relación a sus experimentos con el Uranio bombardeado. De hecho, Hahn apelaba a la gran imaginación y osadía de Meitner para llegar a alguna explicación de los extraños resultados que estaban obteniendo: las nuevas especies formadas no eran más pesadas, como ellos habían esperado, sino más livianas. Así Lise comenzó a trabajar con su sobrino Otto Frisch en un modelo de fisión nuclear, es decir, en la idea de que el núcleo atómico podía "partirse" para formar elementos más livianos al ser bombardeado.
Pero acá es donde la historia toma un camino diferente a la de Marie Curie, mucho más reconocida en su tiempo por sus aportes a la física (sin dudas, en parte gracias a la intervención de Pierre Curie). Nadie estuvo allí para exigir que se reconociera a Lise Meitner; el trabajo que describía la fisión atómica fue publicado sin su nombre. La persecución que había sufrido fue una buena excusa para no incluirla, pero luego de la guerra Otto Hahn siguió insistiendo en que sus aportes no habían sido sustanciales, negándole a Meitner su lugar en la historia. Hahn ganaría el premio Nobel por el descubrimiento de la fisión atómica. Lise nunca recibió el galardón, aunque entre 1924 y 1965 fue nominada en 48 ocasiones en las categorías de Física y Química.
Por otro lado, Hahn quedaría asociado para siempre a la idea de la bomba atómica, que justamente se basaba en la fisión nuclear. Meitner nunca había apoyado el uso bélico de su descubrimiento y cuando las bombas fueron arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki quedó horrorizada. Es posible que se sintiese parcialmente aliviada de que no se la asociara directamente con la fisión.
Meitner siguió trabajando por años en Suecia, tal vez en parte para refugiarse de la soledad que la embargaba como exiliada y el dolor de haber perdido familiares y amigos en el Holocausto. Pero su tarea allí distó del brillo que había tenido en su tierra natal, tal vez por no haber sido bien recibida. El director del laboratorio en que trabajaba, Manne Siegbahn, nunca la apoyó. Le pagaba un magro sueldo, nunca le asignó asistentes y ni siquiera le dio las llaves del laboratorio. Directa o indirectamente (ya sea a través de su influencia como premio Nobel o por cómo obstaculizaba el trabajo de Meitner) Siegbahn boicoteó cualquier chance de que la física recibiera el premio.
Las cartas de Meitner en esos años delatan su tristeza y desesperanza. Sabía que su penosa situación se debía a su condición de mujer, extranjera y judía, pero se culpaba también a sí misma (aunque poco podría haber hecho para remediar sus problemas). Ni siquiera podía realmente seguir una línea de trabajo definida, ya que carecía de recursos y sólo le quedaba la posibilidad de hacer experimentos sueltos que no llevaban a nada concreto. Afortunadamente en sus últimos años de trabajo algunos de sus amigos consiguieron un nuevo puesto para Meitner, con un mejor salario y la posibilidad de participar en el diseño del primer reactor nuclear sueco.
Aún así, para la fecha de su muerte, a pocos días de cumplir los 90 años, Lise no había sido debidamente reconocida por su rol en el descubrimiento de la fisión, y todavía hoy en día su nombre es mucho menos popular que el de otros físicos (varones) de su talla. Al menos en el año 1997 logró entrar en la tabla periódica con el descubrimiento del Meitnerio, un elemento muy difícil y extremadamente caro de obtener, que tal vez podría considerarse tan especial como la física a la que homenajea.
Meitner yace en Hampshire, Inglaterra, país al que se mudó luego de su retiro. Su tumba reza: Lise Meitner, a physicist who never lost her humanity.