Fuente: Wellcome Collection

La vendedora de huesos

Por Ana Carolina Zelzman

Publicado el 21 Mayo 2021 12:00

Tiempo de lectura: 5 minutos.

En el verano de 1800 una niña inglesa se encontraba viendo un espectáculo junto a algunas vecinas cuando un rayo se descargó sobre el árbol debajo del cual se encontraba el grupo. Las tres mujeres adultas murieron pero milagrosamente la niña sobrevivió… y terminó convirtiéndose en una figura esencial para la ciencia británica del siglo XIX.


Mary Anning nació el 21 de mayo de 1794 en el seno de una familia muy pobre y disidente religiosa por lo que su vida y sobre todo su infancia no fueron fáciles. Pero se convirtió en una mujer inteligente, curiosa y alegre que logró dejar una marca en la ciencia de su país… a pesar de las normas de la época que le impedían publicar trabajos de investigación o formar parte de sociedades científicas.

¿Fue realmente ese incidente meteorológico el que dio a Mary las cualidades que le permitieron convertirse en quien fue? Eso era lo que muchos miembros de su comunidad parecían pensar… Sin embargo, su éxito a pesar de sus circunstancias quizás provenga en mayor parte de su propia determinación y de la educación que recibió a pesar de su situación económica, gracias a que la religión que practicaban sus padres la consideraba imprescindible para toda persona.

Mary nació y vivió en la ciudad inglesa de Lyme Regis en la costa sur del país. Esta zona sigue siendo al día de hoy un paraíso para los recolectores de fósiles por lo que no es de sorprender que a principios del siglo XIX, cuando el hallazgo de restos de fauna antigua se estaba multiplicando por todo el planeta, los turistas se acercaran a Lyme en busca de estos tesoros. Incluso quienes iban solamente en busca de esparcimiento en la playa terminaban adquiriendo "de recuerdo" alguna pieza de las miles que se podían encontrar en los acantilados que rodeaban la ciudad.

Pero los acantilados eran terrenos difíciles y peligrosos, con suelos blandos que cedían produciendo aludes con cada lluvia, por lo que los turistas en general no se aventuraban en busca de sus propios fósiles sino que los compraban de los "cazadores" locales.

Vista actual de uno de los acántilados de Lyme comparable a aquellos donde Mary trabajaba.. Fuente: James Harvey - Flikr

Entre ellos se encontraba el padre de Mary, que complementaba los ingresos provenientes de su profesión de carpintero con los que obtenía de la venta de fósiles. Desde pequeños, Mary y su hermano Joseph lo acompañaban en sus recorridos por los acantilados y aprendieron rápidamente a encontrar las mejores piezas. Pasando de mano en mano, pero siempre manteniendo un riguroso registro de su lugar de recolección y de la persona responsable de ésta, los fósiles de Mary fueron llegando a prestigiosos geólogos y paleontólogos que comenzaron a reconocer su habilidad en esa dura tarea.

Cuando el padre de Mary murió, la familia se encontró en una muy complicada situación económica.  Esto llevó a que uno de los principales clientes de los Anning subastara toda su colección de fósiles (muchos comprados a los propios Anning) y donara lo recaudado a la cazadora de fósiles de Lyme y su familia. De esta forma la fama de Mary se multiplicó y el aporte económico hecho por este cliente le permitió abrir un negocio de venta de fósiles y continuar con la actividad.

La tarea seguía siendo riesgosa. La búsqueda implicaba recorrer las playas durante la marea baja en invierno, cuando las lluvias aflojaban el suelo, esperar el desprendimiento de fragmentos del acantilado que dejaran fósiles expuestos y recogerlos antes de que el mar se los llevara. Esto significaba por supuesto la posibilidad de que el desprendimiento pudiera alcanzarla directamente a ella, cosa que estuvo cerca de suceder cuando vio al acantilado "tragarse" a su fiel perro a poca distancia de ella.

Retrato de Mary Anning en que se la observa en los acantilados de su ciudad, portando su herramienta de trabajo principal (el martillo) y acompañada de su fiel perro Tray. Fuente: Wikimedia Commons

El negocio de Mary y su fama fueron creciendo con el tiempo mientras ella no se limitaba solamente a la recolección sino que se educaba de manera autodidacta para reconocer lo que estaba desenterrando. Aprendió a realizar dibujos de los animales que estudiaba e incluso se dedicó a diseccionar especímenes actuales para entender la anatomía de sus parientes extintos. En diciembre de 1823 encontró el primer esqueleto completo de plesiosaurio y en 1828 el primer ejemplo de pterosaurio en las islas británicas. Estos hallazgos dieron peso a las argumentaciones de Georges Cuvier respecto a la existencia de especies extintas (cuando se consideraba que así como no podían surgir especies nuevas tampoco podían desaparecer las existentes). Al ser los fósiles de Mary tan diferentes a todas las especies existentes en la Tierra en ese momento, era imposible justificar su existencia como "variantes extrañas" de especies actuales.

Importantes científicos y figuras de la realeza visitaban su negocio y adquirían piezas para sus colecciones. Fue a uno de ellos, William Buckland, a quien Mary sugirió la posibilidad de que un tipo de objetos habitualmente encontrados en los yacimientos de fósiles y para el cual hasta entonces no había identificaciones claras, eran heces fosilizadas. Buckland los llamó “coprolitos” pero por suerte al día de hoy sabemos que fue Mary quien primero entendió de qué se trataba. Sin embargo su nombre seguía ausente de todos los trabajos en los que se publicaban sus hallazgos y la Sociedad de Geología jamás la aceptó entre sus filas. Esto hizo que Mary comenzara a sentir resentimiento hacia la comunidad científica.

Cuando la demanda por fósiles bajó, Mary se volvió a ver en una situación económica complicada. William Buckland tuvo que salir en su ayuda intercediendo ante la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia para que se le asignara una pensión anual que le permitiera seguir su labor de recolección.

Cuando Mary enfermó de cáncer de mama en 1846 la sociedad geológica que se había negado a incorporarla como miembro realizó una colecta para contribuir con sus gastos médicos y al año siguiente de su muerte encargó un vitral en su honor en la iglesia de Lyme. Su obituario también se publicó en la revista de la sociedad, siendo la primera mujer en recibir ese trato.

Esta es solo una pequeña reparación para una sacrificada trabajadora y científica autodidacta cuyos hallazgos dejaron una profunda marca en la naciente ciencia de la paleontología. 

Imagen encabezado: esqueleto de plesiosaurio dibujado por Mary Anning en una carta donde relata su descubrimiento

El vitral que encargó la Sociedad Geológica en honor a Mary Anning en la iglesia de Lyme. Fuente: Wikimedia Commons


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