Continuamos celebrando el Día Mundial del Agua con un repaso por su importancia como parte de los ritos religiosos.
El agua es esencial para la vida por lo que para muchas culturas es central en creencias y costumbres.
La idea del universo constituido por "elementos" (fuego, tierra, aire, agua) atraviesa tiempo y espacio, desde el horóscopo chino hasta la alquimia europea. En esos sistemas, el agua suele relacionarse con la pureza, la sanación y la fluidez.
Su valor como purificadora también se ve en los rituales de ablución. Para los musulmanes es obligatoria la limpieza previa a los rezos o al ingreso a una mezquita. Para muchas comunidades judías, el baño ritual es un requerimiento para mujeres en etapa menstrual, y para quienes se convierten a la religión. En el caso de los cristianos es conocido el rito del bautismo, que puede implicar una sumersión completa.
La utilidad en la limpieza y como agua potable da lugar también a que muchas culturas consideren sagrados a cuerpos de agua. Ríos, manantiales y lagos alrededor del mundo reciben ofrendas y peregrinaciones. Por otro lado, la fuente de agua del pueblo funcionó históricamente como un lugar de reunión y conversación, dándole también un fuerte valor laico.
El agua además es reconocida como dadora de vida, con la pesca y la lluvia que da lugar a la vegetación. Los dioses "encargados" de hacer llover son tradicionalmente seres complicados ya que la bendición de un chubasco puede convertirse en una condena en forma de una tormenta eléctrica o una inundación. Deidades mesoamericanas como Tlaloc o Huracán representan esa dicotomía en la cual era importante mantener al dios contento.
La idea del mar como dador de vida a través de la pesca también atraviesa muchas culturas costeras. Desde Neptuno en la tradición grecorromana hasta Mama Cocha en la civilización incáica, los dioses oceánicos también se muestran como seres ambivalentes, capaces de castigar con tormentas y naufragios o bendecir con redes llenas de peces.
Finalmente, para las culturas isleñas, el agua es una parte esencial de su vida por permitir el descubrimiento de nuevas tierras. Culturas como la polinesia, que se desplegó por los archipiélagos del Océano Pacífico siempre manteniendo su conexión con el mar, replican con sus embarcaciones el eterno fluir del elemento.
fuente: iagua.es