Jocelyn Bell Burnell, de descubridora de los púlsares a referente como mujer científica

Por Daniel Grimaldi

Publicado el 15 Julio 2020 19:28

Tiempo de lectura: 5 minutos.

La historia de Jocelyn Bell Burnell es una más de las que conocemos de reconocimientos no otorgados a grandes figuras científicas debido a su condición de mujeres. No por eso no merece ser contada. En esparCiencia queremos también reconocerla y saludarla en su cumpleaños con esta nota.


Jocelyn Bell nació en Irlanda del Norte el 15 de julio de 1943. Como a muchas mujeres de la época, a los 11 años en la escuela se le dijo que no estaba preparada para la labor académica. Pero sus padres, que conocían su pasión por la astronomía desde niña, la alentaron a cambiarse de escuela. De hecho el problema que angustiaba a la joven Jocelyn era no poder trabajar de noche. Por lo que se alegró mucho al conocer sobre la radioastronomía y se animó a escribirle a Bernard Lovell, reconocido especialista del área, para preguntarle qué carrera le sugería estudiar. El investigador le propuso estudiar física y ella no lo dudó.

Así fue cómo Bell se inscribió y terminó con honores su carrera en “Filosofía Natural” (ahora conocida como “física”) en 1965 en la Universidad de Glasgow y se unió al grupo de investigación de Antony Hewish para realizar su doctorado en Cambridge. Su trabajo consistió en armar junto a sus colegas un radiotelescopio diseñado por Hewish para investigar emisiones de radio y energía electromagnética llamadas cuásares. Bell, que no se sentía a la altura de sus compañeros, decidió aprovechar su pertenencia al grupo para darlo todo hasta que, como ella percibía, “se conociera el fraude”. Al finalizar el radiotelescopio sólo quedaba ella como la capacitada para estudiar las señales que el aparato captaba, ya que muchos de sus compañeros habían abandonado el proyecto y ella se hizo cargo.

A mediados de 1967 el radiotelescopio empezó a funcionar y con él Jocelyn detectó unas pequeñas señales de radio de intervalos cortos y regulares. Los cuásares eran los únicos cuerpos celestes conocidos hasta el momento capaces de emitir señales como esas,  pero las mediciones que conocían eran más grandes y no se repetían en intervalos cortos y regulares. Jocelyn Bell, sin saberlo aún, había descubierto los púlsares. Al ver eso, su director de tesis, Hewish, creyó en un primer momento que se trataba de un error o una señal proveniente de la Tierra, porque era imposible que un fenómeno natural generara señales tan regulares. Bell se encargó de revisar el aparato y se convenció de que no era un error o contaminación terrestre. Pero esto no fue suficiente para Hewish, que llegó a suponer la posibilidad de que las señales fueran causadas por una civilización alienígena, llegándola a llamar LGM (“little green men”). Esta teoría perdió el poco sustento que tenía en el momento en que Bell apuntó a otro rincón del universo y encontró otras señales que también cumplían con ser de intervalos cortos y regulares. Era imposible suponer que esta supuesta civilización habitara en lugares tan distantes.

Entonces, sin dudar de que se trataba un fenómeno natural, Bell nombró a estos astros “pulsating star”. Hoy sabemos que los púlsares son estrellas que rotan sobre sí mismas, que están compuestas por neutrones y que son remanentes de supernovas. El púlsar más famoso se puede ver en la nebulosa del cangrejo Cáncer, donde en el año 1054 astrónomos árabes habían visto una supernova.

Por este descubrimiento, Hewish y su colega Martin Ryle recibieron en 1974 el premio Nobel de Física. No están claros los motivos por los que La Real Sociedad Académica de Suecia que otorga el premio consideró que Bell no calificaba para el premio, y esta situación fue criticada por personajes de la comunidad británica de astronomía. Pero ella sugirió que no creía merecerlo por ser en ese momento una estudiante de investigación y que le correspondía a Hewish por ser su director. Además, después de todo, ella no se sentía ofendida. Más allá de la controversia, hoy se la considera la real descubridora de los púlsares.

Aunque la historia de Bell no termina aquí, su historia con los púlsares tuvo un abrupto final luego de doctorarse en 1969, ya que decidió priorizar la carrera de su marido, el diplomático Martin  Burnell, lo que la llevó a mudarse constantemente a través de todo Reino Unido. Así fue realizó trabajos de medio tiempo en las Universidades de Southampton (1968-1973), College de Londres (1974-1982) y en el Real Observatorio de Edimburgo (1982-1991) para poder cumplir con su rol asignado de madre y ama de casa. Cabe destacar que en su círculo estaba mal visto que una mujer trabajara porque significaba que el varón no tenía un buen empleo. Si bien en su caso particular no era cierto, decidió de todas formas cuidar la imagen de su marido. Aún así, durante este período pudo hacer aportes científicos en la investigación de rayos X y gamma en Astronomía, dar clases y hacer comunicación pública de la astronomía.  Además, en 1986 se convirtió en gerente de proyectos del Telescopio James Clerk Maxwell en Mauna Kea en Hawaii.

Cuando se divorció en 1993, y con su hijo ya mayor, se reconoció libre para volver a dedicarse a la investigación y la docencia de lleno. Durante este período fue profesora de Física en la Open University (1991-2001), profesora visitante en la Universidad de Princeton de EEUU, Decana de Ciencias en la Universidad de Bath (2001–2004), Presidente de la Royal Astronomical Society (2002-2004) y del Institute of Physics de Reino Unido (2008-2010). Actualmente es profesora visitante de astrofísica en la Universidad de Oxford y miembro de Mansfield College.

A su vida académica, Bell le sumó el interés por aumentar el número de mujeres presentes en los campos de Física y Astronomía, que todavía está muy lejos de ser parejo con el de varones, y luchar contra la desigualdad. En ese sentido, aportó a la elaboración del estatuto Athena SWAM: un programa de la Unidad de Igualdad del Reino Unido en 2005 que reconoce y celebra las buenas prácticas en las instituciones de educación superior e investigación hacia el avance de la igualdad de género.

A pesar de no haber recibido el Nobel, durante su vida fue galardonada en diferentes oportunidades por su rol en el descubrimiento de los púlsares y sus acciones durante los últimos 30 años. Entre ellos, recibió la Medalla Mendelson en 1973 junto a Hewish, el Premio Oppenheimer Memorial en 1978, el Premio Beatrice Tinsley en 1986 de parte de la Sociedad Astronómica de EEUU, la Medalla Herschel en 1989 de la Royal Astronomical Society. También tiene el título honorífico de Comendadora de la Orden del Imperio Británico, promovida a Dama en 2007 (el equivalente femenino a Caballero). En el 2018 recibió el premio Breakthrough especial “por su contribución fundamental al descubrimiento de los púlsares y por ser ejemplo de vida como referente y líder en la comunidad científica”. El valor del premio, unos 3 millones de dólares, lo donó al Institute of Physics de Reino Unido para que sea usado para financiar a mujeres, minorías étnicas subrepresentadas y estudiantes refugiados que quieran convertirse en investigadores en física.



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