El descubrimiento de planetas orbitando estrellas distintas al sol se ha vuelto en los años recientes un mapeo de rutina. Salvo casos llamativos como el de Trappist no vemos más reportes en medios masivos de comunicación. Sin embargo hubo un tiempo en que no teníamos confirmación de la existencia de ninguno de estos exoplanetas, aunque la mayoría de los astrónomos estaban de acuerdo en que era esperable encontrarlos eventualmente.
Con el perfeccionamiento de los equipos y técnicas de registro astronómico, durante la década del 90 se produjo una explosión de descubrimientos tan grande que llevó al catálogo actual de 4160 planetas confirmados al día de hoy y a que ya no sean considerados una novedad.
Esa lista se inició con el anuncio de los astrónomos Aleksander Wolszczan y Dale Frail el 9 de enero de 1992 de su descubrimiento de dos planetas orbitando alrededor de un pulsar (tipo particular de estrella que emite haces de radiación de manera periódica entre otras características).
Existen numerosas técnicas de detección de exoplanetas y prácticamente todas implican mediciones indirectas de cómo el planeta afecta a la estrella porque con los instrumentos con los que contamos hasta el día de hoy es imposible ver directamente un objeto (comparativamente) tan pequeño como un planeta. Trabajando de esta forma, con el radiotelescopio de Arecibo (célebre por haber aparecido en la novela Contacto y posteriormente en la película homónima) los dos astrónomos detectaron estos primeros exoplanetas iniciando una era de descubrimiento de interés científico pero que también despertó el interés de escritores de ciencia ficción. Y una era que ¿por qué no decirlo? despertó en muchos de nosotros la esperanza de que algún día lleguemos a uno de esos planetas... no por haber destruido el nuestro sino con ánimo de aprender y explorar.
