Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de una mujer gracias a la que se hicieron incontables descubrimientos y se erradicó la polio. Acá te contamos la primera parte de la historia...
El día de hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Henrietta Lacks. Si estudiaste biología o medicina es muy probable que la hayas escuchado nombrar. Tal vez incluso le debas parte de tu trabajo.
Esta es una historia bastante extraña. Porque cuando la mayoría de los investigadores escuchan hablar de Henrietta Lacks, piensan en esto:
Por mucho tiempo no se supo de dónde habían salido las células HeLa. El biólogo George Otto Gey había mantenido en secreto la identidad de la donante a pesar de las preguntas. Los nombres “Helen Lane” y “Helen Larson” habían dado vueltas, pero sin confirmación.
Gey trabajaba hacía décadas en el laboratorio de cultivos celulares del hospital Johns Hopkins junto con su esposa Margaret. Ambos desarrollaban técnicas para poder ver y estudiar células humanas de biopsias que les proveía el hospital. Pero las muestras duraban muy poco tiempo. Las células humanas obtenidas de pacientes, en el mejor de los casos, sólo se dividían algunas veces y luego se morían. Las esperanzas de Gey y Margaret estaban puestas en lo que para los pacientes podría ser una muy mala noticia: biopsias de tejido tumoral.
Poca suerte habían tenido hasta cierto día de 1951 en el que recibieron una muestra de cáncer cervical distinta de las demás. En lugar de morirse estas células empezaron a dividirse agresivamente. Con un medio de cultivo adecuado, eran directamente inmortales. La muestra provenía de una mujer llamada Henrietta Lacks.
Tan impresionante fue el suceso que Gey salió en la televisión anunciándolo: por fin se había establecido una línea celular humana que podía mantenerse a largo plazo. De hecho estas células se multiplicaban muy fácilmente, y Gey comenzó a preparar tubos y tubos para laboratorios de todo el mundo.
Unos años después el investigador Jonas Salk iría un paso más adelante, produciendo células HeLa en masa para poner a prueba una vacuna para la poliomielitis. Esta terrible enfermedad causada por un virus tenía una alta letalidad y entre los que se salvaban, muchos quedaban con secuelas permanentes. En parte debemos a Henrietta Lacks su erradicación.
En el campo de la virología hubo otros avances importantes que se hicieron en estas células, incluyendo el estudio de papilomavirus como el que afectó a la donante original, así como VIH, rubeola, herpes o Zika. Que un virus pueda infectar un cultivo celular y reproducirse es una gran noticia para los investigadores, pues permite estudiar los mecanismos de su funcionamiento y poner a prueba medicamentos o vacunas.
Por supuesto, el aporte de las células HeLa a la genética, y en particular a la comprensión del desarrollo tumoral, fue importantísimo. Muchos tratamientos prometedores se pusieron y se ponen a prueba en estas células. También con ellas se desarrollaron técnicas para estudiar nuestros cromosomas y las posiciones de los genes en ellos, sentando así las bases del Proyecto Genoma Humano.
A las células HeLa las infectaron, las irradiaron, les aplicaron todo compuesto imaginable, las sometieron a toda clase de condiciones, e incluso las enviaron al espacio (¡donde aparentemente se dividen aún más rápido que en la Tierra!). Allí donde se quiera estudiar alguna propiedad de células humanas, está HeLa. Todo estudiante de biología las ha oído nombrar y millones de investigadores las usaron y las usan todavía. Se estima que el peso total de todas las células HeLa que alguna vez hayan existido es del orden de las decenas de millones de toneladas, y que fueron utilizadas para más de 100.000 artículos científicos.
HeLa sigue siendo la línea humana más popular, aunque en algún momento las células sufrieron una serie de cambios genéticos que las hacen, podría decirse, “más que humanas”. Desde un principio no poseían el mismo ADN que su donante, ya que una infección por papilomavirus 18 (uno de los famosos HPVs) causó que mutaran muy rápidamente; así surgió el cáncer que se llevó a Henrietta Lacks. Para hacerla corta, las células HeLa tienen distinta cantidad de cromosomas que las células humanas originales, y de hecho el número fue variando en distintos linajes (las “ramas” de su gran árbol genealógico que sobreviven en cientos de miles de laboratorios). Además el número exacto es muy difícil de contar porque algunos de esos cromosomas se fragmentaron y en algunos casos se recombinaron. Se estima que son alrededor de 80 (en una célula humana normal hay 23 pares), de los cuales hay un grupo que son estables y típicos de esta línea celular.
Fueron estas características tan extrañas y su capacidad de replicarse infinitamente lo que llevó a un científico a proponer, incluso, que las células HeLa fuesen considerada una nueva especie, a la que bautizó Helacyton gartleri. Pero nadie le prestó mucha atención.
Para los investigadores, la increíble velocidad de replicación de HeLa fue un arma de doble filo. Al principio todo era fantástico. Tenían células de sobra, montones de células para hacer toda clase de experimentos. No requerían cuidados especiales ni equipamiento sofisticado, se podían armar rápidamente nuevos cultivos para compartir con colegas, ¿qué podía salir mal?
Bueno, tal vez las células eran DEMASIADO invasivas. Unos 20 años después de que el cultivo fuese establecido, investigadores en todo el mundo empezaron a notar que las HeLa estaba en todas partes. Aparecían en muestras en que no debían estar, y pronto montones de laboratorios en el mundo debieron chequear sus cultivos uno por uno.
Y fue esta arrolladora rebelión de las células de Henrietta Lacks la que desencadenó la segunda parte de la historia. Prestá atención, porque muy pronto te la vamos a contar...